– ¡No! ¡Daniela, no es sí! –Vociferó la voz de Bastián por afuera de la puerta de mi habitación.
En un principio intenté de ignorarlo y seguir escuchando mi música, pero a cada tanto los alaridos y quejas se hacían más recurrentes. Me obligó a ponerle pausa a la canción y atender el show que se transmitía en el pasillo. Me senté sobre la cama y miré a la oscura puerta al fondo de mi habitación.
– ¡Eres la única, Daniela! No, jamás te engañaría... ¡Solo es una compañera de trabajo, cariño!... ¡No, yo te quiero! – Su voz se afligía cada vez más, casi podía sentirlo sollozar. – No te enojes mi amor, te juro que ella no es nadie... Ni siquiera me llevo con ella. No llores por favor, te digo la verdad...
Apreté la mandíbula con ira y tristeza por mi hermano.
Simplemente aparté la mirada de la puerta cuando escuché que se puso contra la pared.
– Dani... ¿Dani? Por favor respóndeme, en serio te quiero amor... – Murmuró con la voz rota.
Sentí como se encogía mi corazón al escuchar el hiriente y lastimado tono de Bastián, me dolía... Me dolía sentir que estaba sufriendo una de las personas que más aprecio le tengo en el mundo, y por una mujer tan despreciable como ella. Una corriente desagradable me recorrió cuando lo escuché llorar, llorar como un niño al que le han negado un dulce. Y lo peor es no poder hacer nada... Saber que él estaba destrozándose por dentro y no poder ayudar en nada, puesto que él no lo deseaba. Porque la respuesta para Bastián era tan clara como un cristal y tan borrosa como la niebla.
Me dejé caer sobre la seda de la cama y silencié los sollozos de mi pobre hermano con la música que salía de los auriculares.
Por más que quisiera, él no iba a escuchar mis motivos y razones, y sin eso, yo ya no tenía forma de reconfortarle. Solo me quedaba soportar hasta que pudiera abrir los ojos y darse cuenta de que todo ese daño no valía la pena.
La ventaja de estar solos él y yo, era que Odeth no estaba allí afuera para restregarle en la cara lo equivocado que estaba con esa dañina relación y que era un imbécil por "no tener las pelotas" para dejarla de una buena vez. Y hasta yo, que nunca había pasado por una relación tan repulsiva, me daba cuenta que todo eso no era algo grato de sacar en cara, pero parecía que a mi hermana mayor se le iba toda la empatía cuando sabía que tenía la razón y dejaba que su lengua fuera más rápida que cualquier otra cosa.
Mis ojos se aguaron levemente al imaginar a Bastián tan herido y desgarrado por dentro que ya ni se tomaba la molestia en disimular su llanto en frente de mí.
Con esa imagen mi consciencia dejó de funcionar, adormeciendo mi cuerpo y haciendo pesados mis parpados.
Desperté en la madrugada, a eso de la dos yalgo. Mi celular se había apagado, parando la música que se escuchaba en losaudífonos.
Lo puse a cargar y caminé a ciegas porla habitación. No me costó demasiado encontrar la puerta que me llevaba alpasillo, después de todo, hace años que sabía de memoria el recorrido por midormitorio.
Abrí y me dirigí a las escalerasmientras palpaba las paredes para no caer en un movimiento en falso. Cuandoestuve bajo estás, puse rumbo a la cocina en busca de un vaso de agua y algopara sustituir mi falta de alimentación a la hora de la once.
Me senté con mi vaso de agua y mi pan embarradode mermelada en la oscuridad, solo iluminado por la tenue luz que entraba porla ventana, proveniente de los postes de electricidad en la calle. Trataba dehacer el menos ruido posible para no molestar a mis padres, sobre todo a papá,que mañana debía levantarse más temprano de lo que usualmente se levantaba enun fin de semana.
Después de comer y sentirme satisfecha,subí al segundo piso y caminé a mi habitación, apenas haciendo el leverechinido de las tablas de madera.
Últimamente la temperatura estabasubiendo, así que solo me despojé de zapatillas y mi buzo plomo, quedando enuna camiseta de mangas largas con estampado de "El extraño mundo de Jack"
Separé las mantas y la sabana delcolchón para tomar lugar por en medio de ambas. Me acomodé y abracé laalmohada, tratando de encontrar la posición perfecta para poder dormir.
Cerrélos ojos en espera de que mis parpados comenzaran a pesar.Pasaron los minutos y ya casi estabapor dormirme, cuando el timbre del celular en mi mesa de noche me exaltó.
¿A quién diablos se le ocurría llamar aesta hora? De hecho, ¿A quién diablos se le ocurría llamarme a MÍ a esta hora?
Permití que sonara por un rato, pero lapersona detrás de la línea no parecía ceder, así que tomé el aparato de malagana con intención de apagarlo, pero me detuve al fijarme en el nombre.
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Algo en ti
Novela JuvenilEsta es la historia de una adolescente, cual nombre es Samanta García, narrada desde su perspectiva. Se centra en el instante en el que conoce a un particular chico que le hará cambiar su punto de vista y aflojar todo lo que alguna vez no quiso dem...