Solo sentí el impacto en mi nariz, y el aturdimiento de este. Incluso el crujir del hueso. El impulso me obligó a retroceder hasta chocar contra el semi rubio, y las lágrimas no tardaron en saltarme de los ojos. Mis manos automáticamente socorrieron mi rostro, que dolía demasiado.
Me sentía mareada y con la cara tal cual la hubiese metido a una olla llena de agua hirviente. Incluso vi las cómicas estrellitas de los dibujos animados.
Los alaridos de Fabián y los pequeños gritos de Gabriel se escuchaban un poco lejanos e inentendibles. Traté de recomponerme lo más rápido posible, pero era complicado dejar en el olvido el dolor de un golpe así.
– ...maldita loca! – Escuché decir al chico.
Con dificultad levanté la mirada. Mis ojos se encontraron con los enfurecidos de él, y aunque estuviese consciente del dolor de mi rostro, traté de parecer lo más fuerte que podía. Limpié un poco mis lagrimales con el dedo, evitando hacer muecas para no provocar más dolor, pero era complicado. No sabía si estaba manejando la situación correctamente, era la primera vez que me golpeaban de esta forma, y dolía demasiado.
El sabor a sangre llegó a mis papilas gustativas, y fui capaz de entender que la cosa se salió un poco de las manos, pero ¿Qué era exactamente lo que esperaba? ¿Qué fuera como una película y se detuviera justo a tiempo? No, esto era la vida real, y no podía dejarme llevar por idioteces en este instante.
Con mi mano libre, busqué a tientas la mano de Gabriel, y al chocar con esta la apreté con fuerza.
Entre la turbulencia de mi cabeza me decidí a avanzar a la calle para salir de allí, arrastrando a Gabriel conmigo, pero Fabián lo tiró bruscamente de la otra mano. Afortunadamente, algún genio se interpuso y lo distrajo el tiempo suficiente para llegar a reaccionar de mi shock y correr con el semi rubio a mis espaldas.
No estaba escuchando realmente, como si el sentido auditivo me lo hubiesen desconectado. Solo veía la desesperación del semi rubio, y la preocupación mezclada con dolor de su cara. Y claro, también a mí misma.
Tomé mi bolso, dándome cuenta de que mi mano derecha estaba empapada de sangre (proveniente de mi nariz probablemente), más no le di mucha importancia. El chico me siguió por las indicaciones que le proporcioné, y así, con su mano aferrada, me alejé del lugar, algo desorientada y mareada, pero lo suficientemente despierta para saber que tenía que ir recto para no caer. La ligera presión del chico me daba mejor oportunidad de no perder la cordura en el instante.
No pasó mucho hasta que llegamos a una plaza más lejana, y nos derrumbáramos en ella como si estuviésemos exhaustos, allí, bajo un árbol bastante grande y frondoso que daba una agradable sombra.
Todo estuvo en silencio por unos minutos, hasta que intenté romperlo.
– ¿Cómo estás? – Murmuré con la vista al frente.
Gabriel se quedó en silencio. Se apegó más a mí, rodeándome con sus brazos. Pronto escuché como comenzaba a llorar a sollozos bajos, lo que hizo que mi corazón se encogiera.
Con el dinero que me quedaba, lo invité a comer hamburguesas en un puesto de comida rápida cercano, y él accedió sin decir nada. Ambos nos sentamos debajo de aquel árbol, y comimos nuestro aperitivo sin mirarnos ni hablar.
Las horas pasaron, igual que la tarde y el sol, que poco a poco se escondía, mostrando el arrebol que se creaba en el cielo.
No conversamos de nada en nuestra estancia aquí, Gabriel se limitó a observar hacia arriba por horas, y yo a detallarle a él en absoluto silencio.
Los residuos de la sangre en mi nariz se habían secado, al igual que las lágrimas de mis ojos. Ahora tenía el rostro tirante, y estaba completamente segura que lucía demacrada. El semi rubio también estaba en deplorable estado, con la camiseta manchada de tierra y sangre, magulladuras que se repartían en su rostro y sus brazos, al igual que un labio herido por la partidura. Sus ojos estaban muy rojos por tanto haber llorado.
Mi celular sonaba perenne desde hacía unas dos horas, pero no quería tomarlo y verificar quien era el remitente de tanto mensaje.
Me enfoqué otra vez en Gabriel cuando me di cuenta de que se había recompuesto, y ahora me miraba a mí. Y la mueca que tenía... Dios... No podría describir la tristeza y decepción que transmitía. Aun así, sonrió con lágrimas amenazando en escapar de sus ojos de nuevo.
– Al final si tenías razón... – Balbuceó con una pequeña sonrisa. Bajó la cabeza otra vez.
– ¿Qué?
– Tarde o temprano me iban a lastimar... Los amigos son tan falsos como dijiste, Samanta, si tenías razón... Tal vez es mejor quedarse solo. – Explicó con una sonrisa, a la vez que pasaba su mano sobre sus ojos.
Una punzada en el pecho me alertó abruptamente, cuando sus ojos azules parecieron perder el brillo que tanto los caracterizaba. Su sonrisa se desvaneció en el aire como humo. Me vi a mí misma en un reflejo de mi realidad, y me sentí fatal. Estaba viendo en vivo y en directo como este chico tomaba la ruta del cobarde al igual que yo... Y algo no me dejaba permitirle hacer eso.
– No. – Pronuncié.
– ¿Qué?
– No Miyers... No puedes renunciar a hacer amigos, estás actuando como un idiota solo porque un patán te jugó una mala pasada. – Le recriminé en un arranque de valor.
Me di cuenta que tal vez si tenía la nariz rota, porque dolía como el demonio tener que expresar palabras, pero no lo demostraría. Debía mostrarme firme ahora más que nunca.
Gabriel me observó extrañado, con los ojos más abiertos de lo normal.
– Pero... Pero tú...
– ¡Yo no soy nada por eso, Miyers! –Al darme cuenta de que había elevado el tono, intenté relajarme un poco. – Soy la persona más patética del mundo porque soy una cobarde, Miyers. Yo no soy nada, no me importa nadie ni nada, y por eso estoy sola, pero tú no tienes porqué ser como yo.
– Pero lo entendí. Los que creí que eran mis amigos no lo son... – Intentó refutar.
– No, no lo son, pero eso nosignifica privarte de todo, Gabriel. Eres un chico tan impresionante en todo sentido, que me cuesta creer que estás diciendo esto ahora. – Admití. Sujeté sus hombros entre mis manos mientras le observé a los ojos. – No eres yo, eres mucho más. Yo solo soy números y estrategia, pero tú... Tú eres el nefelibata que experimenta cada emoción de forma especial... Y no puedes hacer lo que yo, simplemente no puedes. No quiero que termines igual a mí.
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Algo en ti
Teen FictionEsta es la historia de una adolescente, cual nombre es Samanta García, narrada desde su perspectiva. Se centra en el instante en el que conoce a un particular chico que le hará cambiar su punto de vista y aflojar todo lo que alguna vez no quiso dem...
