Matemáticas nunca me había resultado tan fácil.
Antes sentía que la lección de matemáticas no cumplía su rol de hacer las cosas más fáciles, ya que todos esos números, formulas y operaciones complicadas se confundían en mi cerebro, creando un total caos a la hora de aprender. Pero, ahora, aprender percentiles, potencias y demás se sentía como si sumara dos más dos, y eso me llenaba de orgullo.
Gabriel había hecho caso a las palabras que le había dicho hace unos días y no volvió a hablarme, lo que me aliviaba mucho, pues no tendría que pasar por más momentos incómodos y distracciones innecesarias. Lo único que me molestaba era que, por alguna razón que no entiendo, el chico había comenzado a irse más tarde al liceo, yendo a la par que yo.
Todos los días tenía que soportar que caminara detrás de mí, como un depredador asechando a su presa, pero no podía quejarme. El tiempo y la calle no pertenecían a nadie, y Gabriel estaba en todo su derecho de hacer y deshacer como le diera la gana de camino a su destino fijado.
Habían timbrado para salir al patio, pero el encargado de cerrar y abrir las salas de clase les había permitido a los cursos quedarse dentro de sus salones con la condición de no hacer desorden. Yo, sin embargo, tuve ganas de salir a caminar por allí, dándome una sorpresa a mí misma.
No había muchas personas por el patio y la cancha de futbol estaba casi desierta, una espesa niebla no permitía ver muy bien por donde estabas caminando, así que había que tener cuidado. Tal vez era mi impresión, pero este era el otoño más frío del cual tenía memoria, incluso estaba perpleja con esta helada repentina y la escasa lluvia.
– Que raro es ver que salgas con este frío cuando no sales ni de tu casa. – Esa voz con acento extraño se escuchó detrás de mí.
– ¿Estas siguiéndome?
– No... – Dijo sonriente. – Bueno, sí.
Enarqué una ceja mirándolo. Al parecer, me equivoqué al pensar que había entendido.
– No me mires de esa forma. Solo me dio curiosidad verte salir. –Dijo encogiéndose de hombros.
Negué mientras suspiraba resignada y me volteé para continuar caminando.
– La curiosidad mató al gato, Miyers. – Murmuré cortante.
– Pero yo no soy un gato. –Respondió junto a mí. – Además, no creo que me pase nada. No es como si fueras una asesina come niños bonitos ¿O sí?
Solo ignoré su pregunta.
– Dime una cosa, Miyers. – Llamé su atención unos segundos después. – ¿Por qué, de la nada, tienes tanta confianza para hablarme?
Gabriel solo guardó silencio. Yo no me molesté en mirarlo para saber que estaba procesando la pregunta.
– Siempre he querido hablarte. – Contestó a mi pregunta después de pensar un rato. – Si hubiera sabido que para hablarte tenía que echarte jugo encima, entonces lo habría hecho cuando nos conocimos.
Su respuesta me extrañó un poco. Le observé de forma rápida, casi imperceptible.
– Entonces lo hiciste a propósito.
– ¿Qué es "a propósito"? – Preguntó seguido de mi afirmación.
Lo primero que pensé sobre su pregunta era que carecía de sentido, pero después me sentí sin sentido yo, pues, era obvio que Gabriel aún no conocía bien todas las palabras en español. Así que lo único que me quedó fue sustituir mi término por alguno que él conociera:
ESTÁS LEYENDO
Algo en ti
Подростковая литератураEsta es la historia de una adolescente, cual nombre es Samanta García, narrada desde su perspectiva. Se centra en el instante en el que conoce a un particular chico que le hará cambiar su punto de vista y aflojar todo lo que alguna vez no quiso dem...
