– ¿Cuál es el chiste en molestarme, Miyers?
Observé los arbustos de enfrente sin mucho interés en su imagen, aunque eso no era signo de que no prestara atención a su respuesta.
– ¿Molestarte? ¿Te he molestado?
Suspiré sin paciencia al escuchar su respuesta.
– A diario. Justo ahora. – Expliqué, pero no pareció entender. – No busco compañía. ¿Qué te motiva a insistir?
En ese momento su rostro hizo una mueca rara, cual daba la perspectiva de que se había inmutado de lo que trataba de decir, pero no quería hacerme muchas ilusiones.
– Quiero que seamos amigos. – Contestó con simpleza.
– Pero yo no quiero. No quiero que insistas en algo que no voy a ceder.
Dirigí mis ojos a él, aunque no pareció percatarse.
– Es malo no tener a nadie.
– Es mejor estar solo que mal acompañado. – Le contesté sin rechistar.
– De todas formas, no te hace bien estar siempre sola... No hablas con nadie ni nadie te habla, ¿Tienes algún problema?
– Puedes ser muy directo en algunas ocasiones Miyers y solo te diré que los problemas de la gente no tiene que saberlo alguien en quien no confían, pero no espero que lo entiendas, porque ya me di cuenta de que eres un bruto.
– Eres cruel...
El semi rubio se llevó una mano a la zona en la que se localiza el corazón y fingió dolor, mientras esbozaba un leve puchero que lo hacía parecer más infantil de lo que ya lucía.
– Sí. Es mi manera de repeler a las pestes. – Le contesté burlona.
– Bueno, ¡¿Qué sucede aquí?! ¿Hoy es el día de "insulten a Gabriel" o qué? – Respondió con indignación fingida.
Rodeé los ojos de forma burlona. Él comenzó a reír al ver mi gesto.
La conversación no estaba resultando del todo incómoda con él, aunque aún sentía que no podía tolerarlo.
– Bien, en serio. ¿No tienes algo más interesante en que perder el tiempo?
– Podría estar tocando guitarra, pero no quiero. – Dijo él.
– Ah.
Gabriel se echó a reír de la nada y yo solo atiné a mirarlo como si estuviese demente.
– De verdad eres alguien difícil... – Comentó entrecortado, con carcajadas colándose en su oración. – Lo dije para que me preguntaras "¿Sabes tocar guitarra?" – Hizo comillas con sus dedos sin parar de reír.
– ¿Y para que te lo iba a preguntar si me lo acabas de decir?
– Porque las personas normales preguntan cosas así. – Respondió un poco más calmado.
– ¡Vaya! No detecto errores en esa lógica.
– Eres una aburrida... – Fingió enojo.
– Impresionante. El insulto del año, estoy muy ofendida. – Otra vez utilicé el sarcasmo. – Al menos yo no estoy interesada en tener un vínculo con alguien aburrido.
Me levanté, cosa que alertó al perro de que ya era hora de entrar a casa. El perro se levantó sin quejas.
– ¿A dónde vas? – Preguntó tomando mi muñeca.
– Me voy a casa, tengo frío.
Realmente no tenía frío, pero sí quería irme a casa ya. Estaba perdiendo el tiempo y ya me comenzaba a sentir extraña al estar tanto tiempo fuera.
– Oye..., si lo que te dije te molestó... – Paró de hablar un segundo. – Lo siento mucho, no era mi intención.
– No te preocupes, más lo siento yo...
– ¿Qué...
Sin dejar que terminara, puse mi mano libre sobre su pecho y lo empujé lo suficiente para que callera de espaldas en la pileta en la cual estábamos anteriormente. El agua salpicó bastante, aunque la pileta no era para nada honda. Escuché los jadeos de Gabriel y no pude evitar sonreír con gracia. Le miré con esa misma sonrisa, notando que estaba empapado completamente y con la respiración acelerada. Se iba poniendo de pie con rapidez, mojando sus zapatillas en el acto.
– ¡Oh, de verdad lo lamento Miyers! – Dije tapando mi boca, con intención de reprimir la explosión de carcajadas a la que me iba a someter.
– ¡Samanta! ¡¿Por qué diablos?! ¡Está helada! – Gritó abrazándose a sí mismo.
– Mírale el lado positivo, Mr. Sociable: Saldaste tu deuda. – Le guiñé el ojo sonriente.
Me alejé caminando con Cerbero. Escuchaba cada vez más lejos las quejas y gritos que daba Gabriel.
Solté a reír ligeramente cuando me encontraba frente al portón de mi casa.
Ingresé y solté al can, quien salió corriendo de inmediato. Crucé la puerta y todo seguía igual, solo con la diferencia de que Odeth y papá estaba armando el tablero nuevamente.
– ¿Ves, Samy? ¡Fue muy fácil! – Comentó Odeth al verme.
Solo le miré de forma burlona.
– No. No fue tan difícil... – Dije dirigiendo mi paso a las escaleras. – Y no me digas Samy, me llamo Samanta.
Esperaba que, con esto, Gabriel se decidiera por parar y dejar este juego absurdo de "Intenta ser amigo de Samanta", en el cual estaba quedando como un idiota. Yo me odiaría si me llegara a empujar a mí misma a una fuente llena de agua fría, así que, no sería nada repentino que Miyers hubiese perdido el interés en hablarme.
Por el hueco que dejaba la cortina en mi habitación, llegué a ver como Gabriel caminaba igual a un pingüino hacia su casa.
Caminé a mi escritorio y me senté en la silla, dispuesta a terminar de leer el libro que había dejado a medias antes de que mamá me ordenara que paseara a Cerbero.
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Algo en ti
Teen FictionEsta es la historia de una adolescente, cual nombre es Samanta García, narrada desde su perspectiva. Se centra en el instante en el que conoce a un particular chico que le hará cambiar su punto de vista y aflojar todo lo que alguna vez no quiso dem...