Capítulo 8: El estúpido disfraz de Gabriel.
Se me tensó el cuerpo al sentir otro estúpido adorno caer sobre mis brazos.
Era una completa tontería, pero era el precio que debía pagar al haber nacido en una familia tan entusiasta a estas fechas en particular.
– ¿Qué crees que se ve mejor aquí? ¿Las calabazas o los fantasmitas? – Le consultó Odeth a Bastián.
Él observó las decoraciones y el lugar que señalaba Odeth con detenimiento, luego asintió conforme.
– Las calabazas, definitivamente.
Odeth sonrió y se propuso a colocar la larga tira de calabazas.
Estos dos eran unos expertos maestros en la decoración después de tantos años viendo a mamá analizar cada mínimo detalle para que saliera todo increíble, no como yo, que no me interesaba si los niños llenaban de huevos y confort mi casa por no darles dulces si es que con eso podía obtener una tarde con un buen libro, galletas y leche. ¿Y para qué tanta decoración? No ganaríamos un premio ni mucho más por tener las mejores decoraciones o ser la casa más colaboradora del vecindario, era tan tonta esta idea que me enrabiaba no poder ir a mi habitación. Solo una pérdida de tiempo y dinero.
– ¿Podrías cambiar esa cara de poto que tienes y fingir que esto te gusta? – Pidió Bastián.
– No soy una buena actriz, lo sabes, lo sé ¿Sabes que fingir también es un tipo de mentira? Mamá te golpearía si te escuchara. – Comenté, alzando una ceja con desdén.
Bastián suspiró resignado, completamente exasperado por esta situación. <<Jaque mate. Ahora sientes lo que siento, querido hermano.>> Pensé con satisfacción.
– ¿Al menos podrías decir algo bueno de esta fecha?
– Si, por supuesto, lo bueno de esta fecha es cuando se termina.
Bufó frustrado y yo curveé los labios con suficiencia. En este escenario Bastián ya no me volvería a fastidiar con este tipo de cosas.
Siguió decorando el exterior de la casa con la boca cerrada, solo haciendo comentarios jocosos cuando ponía algo mal o sentía que iba a caerse de la escalera. Y yo no veía la hora en la que se acabara esto. Tenía muchas cosas que hacer, una de ellas era darme un baño muy largo, puesto que a se les ocurrió comenzar a decorar en medio del día, donde el sol pega más fuerte y estar usando sudadera no era una grata ayuda para el sudor de mi frente o de mi espalda.
Horas después de decorar, y cuando finalmente solo me quedó la sabana vieja y rota, me adentré a la casa y no dudé en dirigirme a la cocina por un vaso de agua. Vaso que terminó siendo llenado dos veces por mí. Luego subí a mi habitación para buscar ropa más holgada y terminé bajo la lluvia artificial de la ducha, la cual permití que saliera a su temperatura normal por los altos grados de calor y, sorprendentemente salía tibia, supongo que por el efecto del sol en las cañerías.
La camiseta negra de mangas cortas fue la elegida para usar, junto con el short viejo y olvidado al fondo de mi cajón.
Me miré al espejo, específicamente la raíz notable en mi cabello. Tendría que volver a teñirla en poco tiempo si es que quería seguir conservando el cabello naranjo como hasta ahora. Me lo cepillé rápidamente y salí del baño, no sin antes haber depositado la ropa sucia en la lavadora.
Al entrar a mi habitación y tomar mi celular para poner un poco de música, me percaté de que tenía varios mensajes sin leer, de, ni más ni menos que "don pelos de mantequilla". No eran mensajes importantes, simplemente un montón de stikers de Halloween, una foto de él frente al espejo con un extraño traje verde con negro y antifaz, y la pregunta de lo que me voy a disfrazar yo. ¿Realmente pensaba que me iba a disfrazar de algo? Por favor, ya tenía 18 años, y aunque amaba los dulces no iba a tirar mi dignidad a la basura de esa forma. Hace casi 6 años había dejado de vestirme para Halloween con disfraces ridículos.
No le respondí el mensaje, tal y como había hecho con los anteriores que me había mandado, dejándolo así en el típico y deprimente visto. Seguía sintiéndome rara por lo que había dicho, me importaba muy poco que ya hubiesen pasado semanas de aquello, y conociéndolo a él, aún continuaba con la incertidumbre de lo que había sucedido esa noche. Probablemente jamás se lo diría, por orgullo, por pena o quizás porque me había propuesto la meta de ya no hablarle nunca más y que todo volviese a ser como antes, no obstante, había un obstáculo en mi cometido: Yo misma.
¿Qué había pasado?
Irónicamente comencé a tomarle una especie de cariño inexplicable, al punto de que era más incómodo que estuviese ignorándome a que me molestara con sus estupideces todo el tiempo. Ni yo misma me explicaba cómo había llegado a esto, pero estaba con suficiente consciencia para saber que no deseaba que esto sucediera, y que me fastidiaba que Gabriel se hubiese tornado a algo más que con conocido...
Odiaba el hecho de acostumbrarme a su presencia, sus interrupciones, su voz chillona y acentuada, su inocente carita de niño bueno repleta de pecas, sus ocurrencias, su poco entendimiento al sarcasmo y bromas acidas que a veces le juagaba, su forma desafinada de tocar la guitarra, demonios, hasta me acostumbré a ese irritante sonido que provocaba con su mejilla interna al chocar con sus encías cuando agitaba la cabeza demasiado rápido y soltaba la mandíbula (Evento que se repetía constantemente cuando sacudía la cabeza por x motivo). En conclusión, comenzaba a odiar a Miyers porque me había acostumbrado tanto a su persona que me resultaba agobiante.
Me coloqué los audífonos y puse a reproducir "Best friend" de Rex Orange County por medio de ellos, no particularmente porque me gustase la letra, sino, más bien, la voz del chico y la melodía que lo complotaba se había vuelto una adicción peligrosa desde que la escuché hace unos días. Tenía el poder de relajarme mucho esa canción.
Me sumí en ella mientras volvía al principio del libro que mamá me había regalado y había subestimado tanto.
Solo diré que hoy amanecí re loka.

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Algo en ti
Novela JuvenilEsta es la historia de una adolescente, cual nombre es Samanta García, narrada desde su perspectiva. Se centra en el instante en el que conoce a un particular chico que le hará cambiar su punto de vista y aflojar todo lo que alguna vez no quiso dem...