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  Luego de comer y compartir lo mejor que pude con mis padres, me fui de nuevo a mi habitación y me lancé a la cama. Mientras pasaba el tiempo mi cuerpo se iba relajando ante la suavidad del colchón, y hubiese dormido otra vez si no fuera por el sonido de un mensaje llegando.

  Con pereza, tomé mi celular y miré la pantalla: Como había sospechado, Bastián hacía acto de presencia.

  "Estoy vivo, dile a mi mamá que voy a llegar un poco tarde, es que salí con unos amigos un rato, que no se preocupe por mí"

  Eso decía el mensaje, y honestamente, me sorprendí. Hace mucho que no sabía algo de Bastián saliendo con amigos.

  Salí del chat de Bastián, e iba a cerrar la app si es que un número no registrado no hubiese llamado mi atención.

  Había un mensaje que no leí, que era hace aproximadamente tres horas, y que no tenía registrado un nombre. Hasta cierto punto me extrañé, lo que me llevó a curiosear.

    – Oye Samanta, préstame tu toalla. – Pidió Odeth, entrando a mi habitación sin mayor problema.

    – Bastante buena eres para respetar la privacidad ¿Eh? – Espeté molesta.

  Al ver que iba a tomar una de mis toallas me puse de pie inmediatamente y se la arrebaté de las manos.

  Así, nos envolvimos en una corta discusión donde ella se quejaba de necesitarle y yo alegaba por mis cosas y privacidad.

  El siguiente día empezó tan normal como de costumbre. Primer día del año en el colegio, y más que algunos chicos nuevos, todo debía ser muy normal. Juro que no buscaba terminar así, dejando desesperadamente mis últimos respiros en aquel pedazo de cigarrillo que había guardado por tanto tiempo. Nunca creí que pasaría de tener un día normal en el liceo con toda la tranquilidad del mundo a atragantarme con el humo tóxico de la marihuana. Las lágrimas me resbalaban frenéticamente mientras trataba de acallar los sollozos entre una y otra calada. El celular estaba en el piso, al otro lado del cubículo del baño. Había sonado unas cinco veces, y ese ruido infernal me martillaba la cabeza. Tenía miedo de volverlo a tomar y encontrarme con algo que no quería ver.

  Ni siquiera eran las dos de la tarde y ya me encontraba deseando que fuera de noche.

  Miraba el celular, miraba mis manos. El celular, mis manos, el cigarrillo. Mi cuerpo temblaba bruscamente, y mis ojos no eran capaces de dominarse a sí mismos. Comenzaba a volverme loca, todo por un maldito mensaje de la persona con la que menos quería hablar. ¿Por qué ahora me buscaba?

  Si antes no me sentía bien, ahora me sentía horrible.

  "Hola, sé que no debería hablarte, pero necesito que aclaremos las cosas de una vez. Soy Javier"

  Esa era la mierda que decía el mensaje, y para muchos podía ser tan estúpido como confuso, pero para mí era tan claro y horrible que me tenía en este estado, tratando de calmarme a través de una asquerosa droga que, creía yo, ya había superado. Me tenía hecha añicos con 17 palabras vacías. No comprendía lo que buscaba sacar de esto, ni lo que quería aclarar, ni nada.

  Seguramente solo lo estaba haciendo para mortificarme como el patán qué era, y vaya que lo estaba logrando de maravilla. Si este era su plan, le estaba saliendo convenientemente bien, dejándome indefensa ante un texto.

  Me estaba ahogando en mis pensamientos, igual que en el humo que aspiraba a voluntad propia. Pronto me sofoqué tanto en aquellas cuatro paredes que no hice más que soltar la cola del cigarrillo en el piso y aplastarla hasta deshacerla, ¿Acaso importaba lo poco higiénico qué era? No, a nadie le interesaba.

  Tomé el celular sin mirarlo, y caminé rápidamente a la puerta, con la esperanza de salir de una vez de esa nube que me ahogaba, que me consumía. Quería escapar otra vez, como siempre lo hacía en mi vida.

  Desesperada por llegar a casa, no me importó tener que desprender el aroma de aquella hierba por toda la escuela para salir de aquí, y fue precisamente lo que hice. Aquel trozo no había logrado calmarme, solo elevaba mis inquietudes y temores, catapultándome con la idea de que otra vez había caído en aquel círculo vicioso del cual tanto me costó salir.

  No fui consciente de los gritos provenientes de en junto, pero no pude ignorar cuando Camila Mercado se cruzó, casi provocando que la arrollara por la velocidad a la que iba corriendo. Sus ojos alarmados buscaron los míos. Estaba asustada, se notaba a leguas, pero no era precisamente por este pequeño incidente. Se aproximó a mí y me tomó las manos de forma brusca.

    – Por favor ayúdame ¡Va a matarlo! Te lo ruego... – Me pidió completamente aterrada. Al parecer no se percató de mis propias complicaciones.

  No entendí nada, y estuve a punto de ignorarla y seguir con mi propósito si no fuera porque escuché un quejido demasiado familiar. Y al voltear el rostro, me di cuenta de quién se trataba.

  Allí estaba Gabriel, como nunca lo había visto.

  A unos metros, pude distinguir su pálido rostro con sangre escurriéndole del labio y la nariz, y su ojo con hematomas que luego se inflamarían y volverían púrpuras. Estaba tocando su estómago, inclinado hacia adelante. Fabián también estaba allí, dando vueltas frente a él como un león enjaulado. Algunos les rodeaban. Aquellos que se hacían llamar sus amigos estaban allí para contemplar la escena sin hacer ni un mínimo movimiento para ayudarlo.

    – ¿Qué...? – Logré soltar antes de que Camila me interrumpiera.

    – Por favor has algo Samanta... No me deja acercarme, pero Gabriel... Y él, y... – Comenzaba a soltar incoherencias cuando se sintió muy sofocada.

  Tal vez fueron los efectos, o me sentíademasiado destruida emocionalmente como para pensar con claridad, o quizás fueporque ver a Gabriel en ese estado me dio impotencia. No dudé en soltar lamochila y aproximarme hacia ellos, distinguiendo la escena de mejor forma.

  Fuecomo si me inyectaran una dosis de rabia directo al cuello, pero es que ver alchico de esta manera, tan frágil y con los ojos completamente aguados... Verlo deesta forma me superó.
Fabián volvió a voltearse, e iba adirigirle otro golpe, a lo que el chico se preparó para recibir, pero no iba adejar que sucediera, no podía. Todo mi sistema se unió en una alianza, gritandocomo locos que debíamos proteger a Gabriel.

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