Los días iban pasando, y con ellos mi ánimo de ir a la escuela. ¡Es que hasta allí no me dejaban en paz con esta fecha! Ahora música era una especie de sección donde nos enviaban a decorar los rincones de la escuela, y lo peor es que no podía resistirme a esta burla. Y ahora ayudaba con la escalera a un chico llamado Alonso que parecía no saber ni en donde estaba parado, también era amigo de Gabriel por lo que sabía.
– ¿Dónde te dijo la profesora que debíamos dejar esto? – Consulté.
El castaño, que antes observaba sus manos, subió la mirada a mí. Desvió los ojos inmediatamente, avergonzado.
– ¿Me crees si te digo que no recuerdo ni lo que estoy haciendo? – Confesó con pena.
Detuve el paso, obligándolo a él a detenerse también. Le miré con el entrecejo arrugado. ¿Estaba bromeando conmigo? Porque si era así no me parecía nada gracioso.
– ¿Estás bromeando?
Borré esa idea cuando noté que su expresión vergonzosa no tenía cambio o alteración alguna. Suspiré exasperada y me froté el cabello con una mano, mientras que con la otra sostenía el extremo de la escalera.
– Está bien, ya no importa... Le vamos a preguntar a alguien si necesita una escalera y ya. – Traté de solucionar.
Se limitó a asentir a mis palabras y así comenzó nuestra rigurosa búsqueda de la persona que necesitara una escalera. Cual concluyó al toparnos con un grupito que ponía adornos en la muralla del recibidor.
– Eres mi salvadora... – Se detuvo, como tratando de recordar algo.
– Samanta.
– ¡Samanta! – Exclamó finalmente, ganándose una mirada extraña de mi parte. – Eres la amiga de Gabriel ¿No? La rarita que se pasa leyendo en los recreos.
Su comentario me molestó, sin embargo, decidí no gastar saliva en responder una pregunta tan torpe.
– Si... ¿Llegaste hace poco al liceo? Creo que nunca te había visto por aquí. – Siguió con su conversación.
Me resigné a responder para que me dejara en paz, aunque no estaba resultándome este método últimamente.
– La 29 de la lista hace 3 años. – Contesté cortante.
– Guau, ¿En serio? De verdad, estoy seguro de que no te conozco de nada, chica. – Inquirió dudoso.
– Aja, tampoco esperaba que me conocieras si es que quieres saber. – Y así, finalicé la pequeña interacción.
Después de preguntar en que más podía ser útil, y tener una respuesta negativa por parte de todos, me tomé el tiempo libre para caminar a algún lugar más apartado del ruido presente en la escuela, localizándome rápidamente en frente de la biblioteca de la escuela. Era una pena que la biblioteca estuviese tan abandonada por el cuerpo estudiantil, pero supongo que los pocos que gustaban de leer preferían hacerlo por sus celulares, donde podías encontrar más libros variados, dejando obsoletas las antiguas y maltratadas hojas de enciclopedia de la biblioteca de la escuela.
Entré a esta, encontrándome con unas pocas decoraciones y la encargada del lugar, quien sacudió la cabeza en señal de saludo. Hice le mismo sin mirarle.
En estos libros se podían encontrar los textos del estudiante, las enciclopedias de historia, algunos atlas, una que otra lectura informativa y un sinfín de libros infantiles. Por esto era que no recurría a este lugar, jamás encontraba alguna novela o lectura ligera que no fuese pinocho o Peter Pan. Tremenda blasfemia era el sistema educativo actual.
Me decidí a largarme, pero justo cuando iba a tomar el pomo de la puerta, esta fue abierta de una manera brusca, golpeando mi muñeca fuertemente con la punta de esta. Me quejé casi en un susurro y rodeé mi muñeca con los dedos de mi otra mano, maldiciendo por lo bajo. Por el mismo lugar no apareció ni más ni menos que Gabriel con un montón de utilería en las manos, quien me miraba estático en su lugar. De pronto, soltó todas las cosas, cuales hicieron un estrepitoso ruido contra el piso, y sin importarle mi indiferencia de últimos días y la incómoda situación, se aproximó a mí, completamente alarmado.
Hubiese huido despavorida si es que no sintiera aquella gran molestia en mi muñeca.
– ¡Demonios! ¿Estás bien? E-en serio no fue mi intención... No te vi y... Y... – Trató de explicar mientras tomaba mi mano, a lo que me volví a quejar. – Ay no... ¿Qué hice? Dime por favor que no te rompí la mano... T- ¿Te duele mucho?
Acarició con cuidado mi muñeca una y otra vez, levantando mi sudadera de Star Wars en el proceso. Cuando dejé de sentir ese punzante dolor tan intenso, aparté mi mano de la suya y volví a acomodar la manga de mi sudadera como estaba antes.
– Estoy bien, no necesito esta clase de tonterías. – Respondí a su pregunta. – Solo ten cuidado la próxima vez que abras una puerta, puedes causar más que una contusión leve.
Tomé algunos objetos que había dejado caer al piso, y él no tardó en reaccionar, copiando mis actos al recoger la utilería. Dejamos todo sobre el amplio escritorio de la encargada, quien ni siquiera se inmutó por nuestro acto, demasiado concentrada en la pantalla de su computador.
Cuando ya iba a abandonar el lugar, la voz de Gabriel me detuvo.– Hey, espera un segundo ¿Sí? Necesito algo. – Pidió con una pequeña sonrisa.
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Algo en ti
Teen FictionEsta es la historia de una adolescente, cual nombre es Samanta García, narrada desde su perspectiva. Se centra en el instante en el que conoce a un particular chico que le hará cambiar su punto de vista y aflojar todo lo que alguna vez no quiso dem...