– ¿Hola? – Pregunté extrañada y con el ceño fruncido.
– Ho-hola – Respondió una desalineada voz por detrás. – ¿Qué tal va tú *hip* ... noche...?
La voz chillona y molesta de Gabriel era... Mucho más molesta que comúnmente, también tenía un tono irritable, apagado y extraño.
– ¿Qué te pasa? ¿Por qué me llamas a esta hora? – Hablé molesta.
Detrás de la línea, el chico rió con hipidos colándose en esto. También se escuchaba música de fondo y los gritos de otros.
– Solo quería ver que tan aburrida estabas sin mí... *hip* Samantita, Samantita, Samantita... ¿Siempre me vas a tratar tan mal? – Comentó divertido.
– ¿Estás borracho?
– Tal vez solo un poco... Bueno, en realidad mucho. – Se carcajeó de sí mismo. – Pero lo importante es que... No sé
Se volvió a reír como un loco desquiciado.
Debía admitir que comenzaba a preocuparme un poco.
– No puede ser ¿A qué imbécil se le ocurrió llevar alcohol? Pensé que iba a ser una junta sana.
– ¿Sana como manzana? No, no, son más ricas las frutillas, mmm, chocolate con frutilla...
Aunque el chocolate me saca espinillas. ¿Y tú que me vez? ¿Qué te gusto o qué?Maldije por lo bajo. Estaba completamente ebrio.
– Escucha, voy a llamar a tu madre y le diré que vaya a buscarte... – Fue más una afirmación que una amenaza. Gabriel rió a carcajadas perezosas.
– ¿Mi mamá? Ay no, me va a regañar muy muy muy... Enojada. No, No, mamá no se enoja, ¿O sí?
Solo hablaba incoherencia tras incoherencia, y lo peor es que ahora era yo la que tenía que lidiar con esto.
Masajeé mis sienes en busca de un poco de paciencia. Finalmente suspiré en un intento vago de calmarme.
– Bien, ¿Dónde estás?
– En un lugar – Contestó juguetón.
– Pásale el teléfono a alguien que esté sobrio, por favor. – Refunfuñé.
– ¿Qué es *hip* sobrio? – Preguntó confundido y con una pésima pronunciación, influenciado por el alcohol y su, aún, falta de experiencia en el español.
Fácilmente podía cortar la llamada y dejarle a su suerte, y probablemente lo hubiese hecho hace algunos meses, pero ahora la idea me parecía... Cruel. Era mi vecino y un chico inexperimentado en estos temas, no podía dejarlo así nada más.
– Gabriel, por favor, dale el teléfono a alguien más... – Pedí suavemente.
No se escuchó nada por un momento, incluso pensé que me había dejado hablando sola.
– Alo. – Una voz femenina extrañamente conocida me respondió del otro lado. – ¿Con quién hablo?
– Hola, mi nombre es Samanta y, bueno, soy vecina del chico que acaba de entregarte el celular, ¿Podrías decirme en dónde está?
– Gracias a dios. – Susurró lo suficientemente fuerte para que pudiera escucharla. – Sí, sí, ¿Tienes para anotar el lugar?
– Espera un segundo...
Encendí la linterna del celular y me dirigí hacia mi escritorio, dejando completamente de lado el hecho de que dolían mis ojos por no acostumbrarme lo suficiente a la luz. Tomé un cuaderno cualquiera y un lapicero negro de mi estuche.
– Bien, dame la dirección.
Apunté rápidamente en la hoja lo que me había dicho. No era tan lejos de aquí, pero tampoco estaba tan cerca.
– Gracias... – Alargué sin saber cómo llamarle.
– Valentina, me llamo Valentina. – Completó.
– Valentina. – Repetí, más para mí que para ella. – ¿Podrías, por favor, vigilar que Gabriel no haga ninguna tontería?
– Por supuesto, cuenta con eso. – Aseguró de inmediato.
– Gracias de nuevo.
Corté la llamada y miré la dirección.
¿Qué se supone que debía hacer ahora? ¿Debía ir a tocar la puerta de la casa de su mamá? Casi eran las tres de la madrugada, no obstante, su hijo me había llamado a esta hora, ¿Por qué yo sería considerada y me haría cargo del asunto?
Me coloqué el buzo nuevamente, una sudadera y mis pantuflas. Corté el trozo de papel en el cual había anotado la dirección y las llaves de la casa.
Abrí mi ventana y me subí al marco con la intención de bajar. Lentamente me escabullí por la pared, sujeta de la madera que resaltaba en la ventana y los ladrillos diminutamente sobresalientes en la pared. Me dejé caer cuando estuve lo suficientemente cerca del suelo de cemento, provocando un sonido sordo que pareció no alertar al siberiano de mi hermano, cual dormía plácidamente en el patio trasero. Con sigilo, desbloqueé el portón y lo abrí. Unos segundos después, ya estaba en frente de la casa de Gabriel.
Lo pensé por unos momentos, indecisa de llamar o no. Sentía una leve pulsación de culpa, pero se desvaneció cuando recordé que a Miyers no le importó tener que despertarme para poner este peso en mis manos.
Llamé con un "Alo" suficientemente alto como para despertar a quien sea que estuviese adentro de la casa.
No funcionó.
Grité una segunda vez cuando los minutos transcurrieron en exceso, sin embargo, siguió sin pasar nada. Y a la tercera vez ya comencé a desesperarme, ¿Qué le pasaba a estas personas que no lograban oírme? ¿Acaso dormían con tapones en los oídos? Me frustré completamente cuando mi cuarto y último intento no dio ni un resultado diferente a los anteriores.
Me llevé las manos a la cabeza y me froté el cabello frustrada, sin importancia de que se desordenara mucho más de lo que ya estaba.
Gabriel no era mi responsabilidad y quería meterme eso en la cabeza, pero algo, muy en el fondo, me ordenaba prácticamente que tenía que intervenir en esto, de una forma o de otra, y mi estúpido subconsciente me gritaba que le ayudara a toda costa, que no era tan mal nacida como para dejarlo allí, en un lugar que no conoce, completamente borracho, con sus "amigos" (probablemente unos hipócritas) iguales o peor que él y además con alguien que parecía querer deshacerse del desastre que pudiera estar armando.
La primera idea que surcó mi mente al volver a casa fue ir a buscarle yo misma, más era demasiado lejos como para ir a pie y no quedar molida, y también estaba el problema de traer conmigo al chico. Robarles el auto a mis padres tampoco era una opción, no sabía nada de conducir y no tenía licencia.
Bufé frustrada sin saber qué hacer.
Y, de pronto, una idea, más bien, una persona, se me vino a la cabeza.
Dignidad, ¿Sigues ahí? Parece que no.
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Algo en ti
Teen FictionEsta es la historia de una adolescente, cual nombre es Samanta García, narrada desde su perspectiva. Se centra en el instante en el que conoce a un particular chico que le hará cambiar su punto de vista y aflojar todo lo que alguna vez no quiso dem...