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Capítulo 9: Somos amigos, ¿No?

  Mamá se movía al son de la música de un lado a otro, mientras que papá se terminaba su champan para acompañarla en su baile.

  Mis hermanos no estaban en casa, pues, básicamente, Odeth se había ido de fiesta con sus amigos y Bastián fue a pasar el último fin de semana de vacaciones con la gárgola de su novia y su familia.

  Mis padres habían salido temprano para celebrar sus veintialgo de casados, y yo me había quedado por horas en mi habitación haciendo alguna actividad, aunque, posterior al atardecer, el bullicio de la sala terminó por acabar con mi concentración.

  Probablemente ellos no sabían que yo estaba allí, sentada en el octavo peldaño de la escalera, viendo como bailaban alegremente en su burbuja rosa de soledad como pareja. Mi madre se miraba con un deslumbrante vestido azul rey que acentuaba su figura, con una gran sonrisa emocionada en el rostro, tal cual adolescente en su fiesta de quince años. Un brillo especial se encontraba destellando en sus ojos marrones que no mirábamos todos los días, y su risa adornaba la sala al compás de la melodía. Mi padre iba vestido con camisa blanca y pantalón azul, a combinación de mamá. Se había afeitado para la ocasión, y regresó a ese antiguo corte militar que solía hacerse cuando aún yo era pequeña.

  Siempre que los miraba así, tan felices juntos, me cuestionaba que tan poderoso era lo que comúnmente se identificaba como amor. Mis padres se habían casado hace todos esos años en una noche como esta, y aún mantenían esa chispa especial en su matrimonio, ¿Cómo lo habían hecho? Ni siquiera una mísera idea se me venía a la cabeza. Eran esos momentos en los que dejaba de utilizar la lógica y los viejos refranes, ignorando el hecho de que nada dura para siempre.

  En la radio comenzó a sonar una canción de Ricardo Arjona, y mamá se puso aún más eufórica de lo que estaba, aunque se movió mucho más lento por el ritmo.

  Mientras los miraba bailar, comencé a escuchar más atentamente la letra de aquel famoso cantante que era tan idolatrado por mi madre. Recordaba saber la letra, pero jamás le tomé importancia al mensaje que estaba transmitiendo. Me di cuenta que varias partes coincidían con la historia que me contaba Bastián cuando le preguntaba la forma en la que se conocieron mamá y papá de pequeña. Ahora entendía la razón por la que le gustaba tanto a mi madre.

  Mi celular volvió a vibrar en el bolsillo del pantalón.

  Sabía quién era el remitente de la notificación, incluso sin verla. La cuestión es que no quería leerla realmente, mucho menos contestarla.

  De forma inconsciente mi mente regresó a Gabriel Miyers y lo que conllevaba su persona. Sin querer pensar más en la situación, decidí volver a mi habitación y tratar de dormir un poco.
Y para mi infortunio, no pude dormir.

  Me quedé horas y horas debatiéndome en leer el mensaje o no, de la misma manera en la que me había debatido alrededor de estos meses.

  Hacia cuatro meses aproximadamente había comenzado a ignorarlo. Para sorpresa de nadie, él seguía tan perenne como siempre, y cada maldito día trataba de tener alguna interacción conmigo. Incluso consiguió otro número para que el bloqueo que le había impuesto pasara a segundo plano.

  Las cosas eran muy tensas entre nosotros. Claro que le disculpe: Por chat, pero lo importante es que las cosas no iban tan mal entre nosotros. No obstante, no hablaba con él para casi nada, simplemente sabía que era mejor continuar manteniendo la distancia con él lo más posible. Y cada cosa encajó a la perfección para ejecutar mi plan.

  El taller de música comenzaba a ser más exigente con él, así que su hora de ida ya no coincidiría con la mía. Me iba al liceo por otro camino, que, aunque era más largo, ayudaba a no tener que cruzármelo. Sin mencionar que sus amigos también acaparaban bastante tiempo en los recesos.

  El problema era que yo no dejaba de pensar en aquello, y por mucho que él le pusiese un punto final, no podía dejar de ponerle puntos suspensivos.

  Con estos pensamientos me quedé completamente dormida sobre la suavidad de mi cama, aunque desperté un par de veces en la noche, como cuando Cerbero logró meterse a la casa y correr escaleras arriba en busca de su dueño o su bocadillo, alías, una perezosa conejita, o cuando Odeth llegó completamente borracha, comentando por los pasillos que le habían tocado sus partes, o algo así. Su risa estúpida y escandalosa se multiplicaba por 5, y eso que estoy siendo muy amable. 

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