Capítulo 4: Convivencia.
Pasado mañana darían comienzo a las vacaciones de invierno, lo que me llevaba a reflexionar lo veloz que era el tiempo. También cuando solía pensar que la época de frío era demasiado lenta. Ahora me daba cuenta de que parecía surcar el año mucho más rápido que los días soleados. Solo de pensar en lo que traería la primavera consigo se me quitaba toda la emoción, ya que atraería a las alergias y el tiempo en el que cambias sudaderas por ropajes más aptos para la temporada.
El sabor salado de las papas fritas comenzaba a crearme un malestar en las encías de atrás, pero no le estaba dando crédito a ese detalle menor. Me parecía más entretenido observar como Gabriel se frustraba cada vez que una de sus notas le salía mal.
Estaba ensayando una canción con Agustín, (uno de sus amigos) quien se burlaba siempre que el chico desafinaba. Este, por su parte, explotaba en cólera cuando se equivocaba, y se ponía a gritar insultos en inglés con una inmensa desesperación.
Era de esperarse que a Miyers se le dificultara tanto esto de aprender a tocar guitarra fluidamente, ya que, tampoco era un niño prodigio y estás notas si parecían complicadas, incluso el profesor Vera le había dicho que no se forzara demasiado, pero, pareciera que el chico había entendido todo al revés, porque cada vez se exigía más, llegando al punto de autonombrarse como inútil por no poder memorizar de corrido una plana de hoja.
– Sereno moreno, hermano. No te enojes. – Le trataba de tranquilizar su amigo, en un claro intento fallido.
– ¡No me confundas más con tus frases! ¡Ya suficiente tengo con esta cosa! – Le alegó el semi rubio a su acompañante. – I am the worst musician in the universe! Got damn! I'm an idiot!
Murmuraba cabreado de que no le saliera bien su propósito.
Aún me extrañaba un poco escuchar de su boca garabatos, aunque fuesen en su idioma. No lo sé, Gabriel tenía dieciséis años, pero se miraba mucho más joven, así que no lograba acostumbrarme del todo escucharlo insultar. Claro que estaba consciente de que algunos niños pequeños eran peores, pero el punto es que en él se sentía raro.
Yo solo miraba la escena en silencio. Ni pensaba involucrarme en estas cosas, porque después Gabriel recordaría que yo era su burrito para practicar y luego no me dejaría en paz.
Se pasó todo el recreo forzándose a sí mismo a aprender las notas y tenía la certeza de que había hecho lo mismo durante la clase de literatura. Realmente estaba frustrado por eso, podía sentirlo con solo mirarlo.
Cuando la campana de salida anunció la hora, todos abandonamos el salón. Gabriel fue el último en salir y su frustración le brotaba por los poros.
– ¿Un día largo? – Inicié la conversación cuando nos comenzamos a dirigir a casa.
Gabriel andaba a un paso rápido, pero no lo suficiente como para dejarme atrás.
– Muy largo... No sé por qué me cuesta tanto. – Suspiró sin animo.
– Deberías relajarte de primeras. Reflexiona. Sé que no sueles pensar mucho, pero no pierdes nada... – Sugerí con una expresión neutra, pero era claro que los tintes burlones estaban presentes.
El semi rubio esbozó una sonrisa divertida, recuperando esa expresión tan común en su rostro.
– ¡Que buena eres animando a las personas, Samanta! – Exclamo Gabriel con sarcasmo cómico, riendo al finalizar sus palabras.
– Claro que sí, debería dedicar mi vida a escribir libros motivacionales. – Le respondí, rodando los ojos con diversión.
Gabriel detuvo su andar por la risa. Se agarró el estómago en un intento de detenerse, lo cual logró con unos segundos ya transcurridos.
– Quizás seas muy seria y todo, pero al menos me haces reír... – Comentó con una sonrisa.
– ¿Es en serio? – Enarqué una ceja al escucharlo. – Miyers, tú te ríes por cualquier cosa.
– Si, pero tú eres la cosa favorita que me hace reír. – Explicó sonriente.
– ¿Me acabas de llamar "cosa"?
– Tú acabas de llamarme estúpido y yo no dije nada. Ya comienzo a entender las indirectas, nena. – Me giñó juguetonamente.
– No me digas "nena" – Exigí tranquilamente. – El punto es que no te debería frustrar algo que haces porque te gusta...
Continuamos con nuestro paso por unos minutos, sin decir ni una palabra más.
Gabriel ya portaba esa gran sonrisa en su rostro y eso, por motivos que desconocía, me tranquilizaba de cierta forma, como si me transmitiera paz.
– Samanta, ¿Por qué no quieres amigos? – Interrogó de la nada.
– Este tema ya lo tratamos hace algún tiempo
– Pero no me lo respondiste nunca. – Solo rodeé los ojos.
– Podría explicarte, pero no me entenderías. – Formulé de forma más cortante. – No hablamos más del tema.
– Pero... – Le interrumpí en medio de su frase.
– No.
Su mirada divertida y su lenguaje corporal me indicaban que el chico no estaba pensando precisamente en lo bello que se ve el día. Estaba tramando algo, y sus facciones lo delataban descaradamente.
– ¿Por qué no quieres? – Sonrió cínicamente mientras me preguntaba.
– Me parece que aún no captas del todo el español. – Murmuré entre dientes.
– No me molestaría que fueras mi profesora de español, Samanta...
– Uh, ¿Te arriesgarías a sufrir los castigos si me sacas de quicio? – Interrogué a formato de mofo.
– ¿Sabes qué? Das miedo cuando pones esa cara.
Disimulé una sonrisa mientras continuábamos caminando.
Siento la demora. Hoy capítulo triple por compensación a todo el tiempo ausente.

ESTÁS LEYENDO
Algo en ti
Genç KurguEsta es la historia de una adolescente, cual nombre es Samanta García, narrada desde su perspectiva. Se centra en el instante en el que conoce a un particular chico que le hará cambiar su punto de vista y aflojar todo lo que alguna vez no quiso dem...