El rey Min Yoongi [YM][#2][✓]

Prólogo

Un hombre se encontraba viendo las rosas, ya llevaba tres veces soñando con un chico el cual sonreía a su lado, un chico que en sus brazos tenía a un bebé y le hablaba. Él no entendía qué era lo que pasaba, ¿Acaso el rey de la dinastía Joseon se estaba volviendo loco? Sus sueños eran pequeños fragmentos de lugares que iba con aquel chico misterioso. Su vista se posó en un hombre el cual al acercarse le hizo reverencia, él volvió su vista al jardín de rosas de diferentes colores, ser bañadas por la lluvia que caía, él no sabía en primer lugar porque había mandado a plantarlas, no le gustaban, pero ahí las tenía como si supiera que eran un regalo para alguien más.

—¿Y bien? —habló luego de un largo silencio.

—No hay rastros del chico que busca majestad. —contestó. —¿Seguro que existe? —le pregunto.

—Sé que es real Namjoon. —miro las rosas. —si no lo fuera, no sentiría esas ganas de tenerlo a mi lado y protegerlo.

—Seguiré buscando. —hizo reverencia para retirarse.

El rubio miró como su soldado de confianza se iba y suspiro para caminar rumbo a sus aposentos; muchos se preguntaban porque él siendo un rey no tenía una o un consorte o concubinos. A él siempre se le veía solo o con su hombre de confianza con el cual lo veían entrenando, él también quería saber eso, pero al estar con alguien más sentía asco y a la vez sentía que le fallaba a alguien.

—Jaemin. —llamó a uno de sus soldados.

—Majestad. —le hizo reverencia.

—Que preparen mi caballo. —lo vio. —y tú me acompañaras al pueblo.

El hombre un poco confundido asintió para acatar las órdenes de su majestad, el camino al pueblo era lento, el rey miraba cada lugar hasta que se detuvo al ver un río. Una visión de un chico en él se vino a su memoria, bajó de su caballo y se dirigió al río seguido del soldado que lo escoltaba.

—Majestad. —lo llamo.

—Sigamos. —se dio la vuelta para seguir su camino al pueblo.

Al llegar al sitio las personas al verlo se agachaban en señal de respeto, él las miraba para ver si había rastros de aquel chico. Viendo el paraje y al no encontrar nada dio la vuelta con su caballo para volver a su reino, pero una suave risa hizo que se detuviera helando así su sangre. Al girar a su caballo él vio que de una pequeña choza salían diez niños riendo y detrás de ellos salía un pelinegro el cual los perseguía, el hombre a caballo sonrió al ver al chico el cual no había prestado atención a la mirada que un hombre a caballo le daba.

—Te encontré. —susurró el rey. —Jimin.