XLIII. Acordes de juventud eterna

268 25 69
                                    


Instantes después, que se sintieron largos y tortuosos intentando despertar a Shinichi, se dieron cuenta de que era inútil.

-Voy a llamar a una ambulancia –dijo Chikage intentando no entrar en pánico.

-¡No! -gritó Kaito apresurado -¡Sal de aquí! -la apartó con brusquedad.

-¡Ya fue suficiente, Kaito! -gritó ella de vuelta.

Sacó el móvil del bolsillo y torpemente empezó a marcar el número de emergencias.

En un arrebato, Kaito le quitó el teléfono de las manos justo antes de que alcanzara a pulsar el botón de llamada y estrelló el aparato bruscamente contra el suelo, provocando que estallara en pedazos.

-¡¿Estás loco?!

Él no le hizo caso y volvió al suelo junto a Shinichi. Él y su madre fueron testigos de cómo poco a poco el detective comenzaba a tener fuertes espasmos y abría de a poco sus ojos, para volver a cerrarlos intentando apaciguar el dolor.

Faltaba poco, unos cuantos segundos fueron suficientes para que las extremidades de Shinichi se fueran encogiendo, eliminando a su paso el dolor físico, hasta quedar una vez más convertido en Conan.

El pequeño respiraba de manera agitada, sintiendo que había hecho un gran esfuerzo físico. Miró a Kaito, él lo evaluó de vuelta con la mirada y al percatarse de que todo estaba normal, pudo respirar tranquilo nuevamente.

-Lo siento –se disculpó el pequeño Kudō, sintiendo culpa de que lo había arruinado al hacer eso frente a la madre del joven.

-No pasa nada.

Lo ayudó a reincorporarse de a poco y lo dejó sentado en el suelo apoyando su espalda contra la pared. Solo quedaba un pequeño detalle, su madre.

Se giró de a poco para mirarla, ella estaba estupefacta, con ganas de decir algo, pero no lograba pronunciar palabra alguna.

-No te asustes –le pidió Kaito acercándose a ella con cautela –Esto no es nada de lo que haya que preocuparse.

-Voy a llamar a la policía.

-¡No! ¡Ten calma! Por favor –la ayudó a sentarse ahora a ella, seguía con el rostro inundado de impresión –No hay necesidad de alarmarse, deja que te explique todo.

Miró a Shinichi asintiendo. Su intención era dormirla con un dardo anestesiante del detective y hacerle creer que lo había soñado todo, pero el niño no quiso cooperar.

-No -pidió desde su lugar –Yo lo haré.

Se dirigieron miradas confusas hasta que ella asintió, dispuesta a oír una historia de lo más irreal.

-¿Puedes caminar? -preguntó Kaito.

Asintió y se puso de pie, tambaleándose a causa de lo ancha que le volvía a quedar la ropa y por una intensa punzada en la cabeza que comenzaba a hacerse presente. Kuroba se dio cuenta de eso último.

-¿Tienes algo para el dolor de cabeza? -miró a su madre y ella negó -Vives en un palacio ¿Y no tienes una simple pastilla para la migraña?

-Me temo que no –quiso levantarse del asiento -Iré a comprar.

-Déjalo. Iré yo –se ofreció Kaito.

Ayudó al pequeño Kudō a quitarse la ropa bajo el torso para dejarlo solo en camisa y lo tomó en brazos.

Pudo notar que él se ponía algo tenso por vergüenza, pero la escena no dejaba de ser adorable. Subió con él hasta el piso de arriba y lo sentó en la cama.

Oh! Rival (Kaishin-Shinkai) -YaoiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora