XLII. Todas las cartas sobre la mesa

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El interior de lo que su madre llamaba, su despacho, era una amplia sala con una larga mesa de centro, dos libreros en cada esquina y un sector con un escritorio que parecía una oficina.

Ella tomó asiento en la cabecera y él en la silla del lado derecho.

-Bien. Te escucho -cruzó los brazos cerca de su pecho sin tocar la mesa e inclinándose levemente hacia atrás.

Chikage estaba dispuesta a escucharlo, esperaba malas noticias a causa del semblante que llevaba su único hijo, que no dejaba de preocuparla aún más a medida que avanzaban los minutos y este seguía guardando silencio. Tenían temas que tocar y esperaba poder abordarlos todos, con la calma y la madurez que requerían.

-Ni siquiera sé por dónde empezar -Suspiró derrotado e intentó ordenar las ideas en su cabeza –Primero que todo, perdona por llegar así de repente, tenía intenciones de decírtelo mucho antes de salir de Japón, pero no me atreví -se sinceró -Tenía miedo de que me colgaras el teléfono o algo similar.

-Ganas no me faltaron de no dejarte entrar ¿Cómo fue que diste con mi dirección?

-Fue sencillo. Bastó con hacer un par de averiguaciones.

Apretó los labios –Mira tú.

-Aunque no lo creas, tenía ganas de verte. Ha pasado tiempo desde la última vez y han surgido varias cosas –ella lo miraba con total atención, dándole a entender que prosiguiera -Mamá...me metí en un lío bastante grande, esta vez es algo grave.

Ella deshizo su postura e intentó no demostrarle preocupación, pero no era tarea sencilla.

-¿Qué pasó?

Le explicó sin saltarse ningún detalle, asumiendo cada uno de sus actos, luchando para que no le temblara tanto la voz y exponiendo cada uno de los hechos con la intensidad que merecían. Evitaba mirarla a los ojos, tanto por deshonra como para evitar ver lo asustada que estaba, por más que intentase ocultarlo.

-Y es por eso que terminé involucrándome con él -se refirió a Shinichi –Pero te juro que lo nuestro nació solo. Yo...ni siquiera entiendo realmente por qué sale conmigo.

-Déjame ver la cicatriz -pidió.

-¿Para qué? Ya está y no pasó nada.

-¿No pasó nada? -bramó cansada y con sarcasmo –Obedéceme por una maldita vez y déjame verla.

Resignado, se puso de pie y se levantó la camisa, enseñando la marca que le había quedado producto del impacto de bala recibido. Ella la miró y cuando se aseguró de que estaba sanada por completo y que no podía hacer nada, desvió la vista y se cubrió la cara. La angustia le estaba ganando.

-Estoy bien, mamá -aguantó un suspiro acongojado. La voz se le había apagado gradualmente.

-¿Hasta cuándo? ¿Hasta qué vuelvas a pisar territorio japonés? ¿No te das cuenta de lo que estoy sintiendo en este momento? -estalló sin poder reprimir más lo que sentía -No tienes idea del miedo que siento de que te pase algo.

Los ojos de Kaito comenzaron a arderle y le fue imposible contener las lágrimas.

-Ahora es diferente. No estoy solo. Tengo compañeros excelentemente capacitados para solucionar todo esto y hacen todo lo que pueden para guiarme.

No tenía ganas de seguir escuchando nada más.

-Quiero que me traigas a esa chica para que viva conmigo.

Oh! Rival (Kaishin-Shinkai) -YaoiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora