Reika corría por el frondoso y mágico bosque, los cálidos y alegres rayos de Sol de esa misteriosa tierra no la consolaban ni llenaban de paz y tranquilidad como siempre. Sus pies descalzos eran incapaces de sentir lo que había bajo ellos, la chica se encontraba desesperada por saber lo que sucedía en su reino, necesitaba respuestas y las quería ya.
Los animales corrieron asustados ante su paso y ningún espíritu fue capaz de llamar su atención esta vez. La muchacha comenzó a trepar las montañas con desesperación y no se detuvo a respirar hasta que se encontró frente a la entrada oculta entre las míticas montañas de Aserrat, poseedoras de unas mágicas aguas capaces de develar el futuro.
Se adentró siendo guiada por el suave brillo de las gemas preciosas que ahí habitaban, siguió el suave murmullo del agua y en cuestión de minutos se encontró frente a la mágica cascada, la cual estaba bañada por los rayos de la luz de la luna.
—Oh, mágicas y poderosas aguas del Aserrat, les pido que por favor me muestren lo que ha sucedido en el reino de Engenia —suplicó con desesperación.
Las aguas respondieron a sus ruegos, el rocío derramado por la cascada se empezó a acumular y lentamente las gotas se convirtieron en un sólido espejo, capaz de mostrar lo que le pidieran.
—Muéstrame el reino de Engenia —repitió la chica mientras se acercaba lentamente hasta él.
El espejo se volvió completamente negro y le mostró lo que tan desesperadamente deseaba saber. Las imágenes se volvieron nítidas, mostrándole una horrorosa vista del lugar. Había sangre, fuego, destrucción y muerte por todos lados. Lo que alguna vez fue de un brillante color verde ahora estaba café y negro, las aguas del río se habían vuelto cafés y la mayor parte del poblado estaba destruido o cubierto en llamas.
En ese momento, las rodillas le fallaron a la muchacha, quien cayó al suelo mientras varias lágrimas corrían por su rostro. Se negaba a creer lo que estaba viendo y deseaba con todo su ser que el espejo le estuviera mintiendo. Quería pensar que todo era una terrible pesadilla de la que saldría y que al despertar todo estaría bien.
—¿Dónde está mi padre? —pidió saber.
El espejo comenzó a vibrar, deshaciéndose de las imágenes anteriores para cambiarlas por nuevas. Reika cubrió su boca con una de sus manos debido a la impresión.
El hombre se encontraba terriblemente mal herido, la armadura lo había protegido de varios golpes, pero eso no había bastado. El hombre se retorcía de dolor mientras varios médicos y personas a su alrededor intentaban retrasar lo inevitable. Incapaz de seguir observando el dolor que sufría su progenitor, la muchacha volvió a hablar con un hilo de voz.
—¿Dónde se encuentra la reina Vera? —La imagen que le mostró le heló la sangre, no podía ver con claridad debido a la destrucción, pero la segunda reina parecía yacer muerta bajo los pesados escombros del castillo—. Gracias —agradeció como pudo a las aguas, quienes regresaron a su forma líquida original.
La chica comenzó a llorar amargamente, las imágenes que le había mostrado el espejo no eran para nada alentadoras y lo único que habían hecho era matar las pocas esperanzas que poseía la princesa por volver a ver a su reino con la misma belleza y gloria de antes.
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Era el cuarto día desde la llegada de las princesas y nadie las había visto o sabía algo de ellas. Todo en el castillo estaba en silencio y tranquilidad, aunque lentamente la gente comenzaba a preocuparse por ellas. ¿Habían caído enfermas tras su llegada? Ese era el rumor que corría por todo el lugar, sin embargo, ni siquiera el mismo médico real podía negar o confirmar esa información, pues le había sido negada la entrada al aposento de las princesas múltiples veces.
Altea se encargó de cuidar celosamente a sus hermanas, mantuvo todas las puertas y ventanas cerradas con llave y a la única persona a la que le permitió la entrada fue a Indira, quien era la encargada de llevarle de comer a las princesas. Pero ni siquiera ella había sido capaz de mirar a las mellizas. Para no preocuparla, la muchacha le había inventado que los débiles cuerpos de sus hermanas no habían soportado el duro viaje y que necesitaban de varios días de descanso sin ver o tener contacto con otras personas, pues si no se enfermarían gravemente. La mujer no dudó en comentárselo a sus compañeros de trabajo e incluso al príncipe Jungwon en persona.
—Para ser tan poderosas como dices, vaya que son enfermizas —soltó Jay mientras caminaba por la habitación—. Quizás sus débiles cuerpos ni siquiera sean capaces de soportar el peso de un embarazo, en dado caso te habrías casado en vano —continuó hablando solo, pues el joven príncipe no le prestaba la más mínima atención.
—¿Qué opinas sobre un baile? —soltó el pelinegro repentinamente.
—¿Un baile? ¿Siquiera me prestaste atención?
—Claramente no, pero dudo que haya salido algo importante de tu boca. —El rubio frunció el ceño—. Sí, hace mucho que no tenemos un baile. La llegada de las princesas es una excusa perfecta para organizar uno. —Jungwon se levantó de su asiento.
—¿Estás escuchando lo que dices? ¿Un baile en plena guerra?
—No seas así Jongseong. ¿Cuándo fue la última vez que te divertiste?
—Esta actitud me la esperaría más de los príncipes Jake o Heeseung, pero no de ti —comentó el mayor con algo de indignación.
—Lo sé, es extraño, pero estos últimos días me he sentido de buen humor. —El pelinegro sonrío mostrando sus hermosos hoyuelos—. Organizaré el evento para la próxima noche.
—¿Qué? ¿Tan rápido? Pero todo es demasiado repentino, estas cosas necesitan más tiempo para planificarse, no puedes hacerlas de un día para otro.
—¡Pierre! —llamó el muchacho ignorando las palabras de su amigo. Inmediatamente entró el susodicho al cuarto—. Quiero que avises que haré una fiesta de máscaras la noche de mañana. Por favor envía las invitaciones, contrata a los músicos, hazte cargo del menú y que decoren el lugar. —El empleado lo miró con asombro, pues si bien el humor del príncipe solía fluctuar de formas impresionantes, jamás le había pedido hacer algo tan repentino como eso—. ¿Qué haces ahí parado? ¡Haz lo que te ordené! —El hombre salió y repitió a los empleados las órdenes del chico al pie de la letra.
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El príncipe Sunoo entró a la sala de estar con evidente alegría.
—¿Escucharon la noticia?
Sunghoon apartó la mirada de su libro, Jake y Heeseung dejaron de tocar sus instrumentos y Ni-ki se sacó las uvas que traía en la boca.
—¿Cuál noticia? —preguntó el menor.
—Wonie hará un baile en honor a las princesas. —El de cabellos canos se lanzó a uno de los sillones—. ¿No es maravilloso? No he asistido a uno desde que destruyeron Pistina —comentó con más felicidad de la que debía.
—Únicamente he asistido a uno —reveló Sunghoon.
—Yo pude ir a un par con mis padres, y no es por alardear, pero soy un gran bailarín. —Ni-ki se puso de pie y sacudió una pelusa inexistente de su traje.
—Lo único que escuché es que habrá alcohol y damas —dijo Jake pícaramente, causando que Heeseung sonriera junto con él.
—Ohh, damas. Seguramente vendrán exquisitas mujeres de toda la alta sociedad, hace tiempo que no las veo. —El pelirrojo se recargó en el piano con rostro de añoranza.
—Esas chicas tendrían que estar muy ciegas o borrachas para salir contigo Heeseung —soltó Sunoo con asco.
—Te encantaría que así fuera, pero la mayoría de ellas lo hacen de forma muy consciente y créeme, siempre gritan y me piden por más. —El mayor le guiñó un ojo al chico antes de pararse y cerrar la tapa del piano—. Si me disculpan, tengo cosas que hacer y señoritas a las cuales visitar —se despidió el mayor con una reverencia y abandonó el lugar.
—¿Alguien quiere que le ayude a escoger su traje? —se ofreció Sunoo con una enorme sonrisa—. O quizás el regalo para las princesas...
El resto de los príncipes aceptaron con gusto la ayuda del heredero de Pistina. Así que se quedaron platicando los cuatro sobre el evento que el príncipe Jungwon había creado de forma tan inesperada.
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Cursed-Blessed {Enhypen}
FanfictionLas princesas cabalgaban por el frondoso bosque con sus espaldas saludando al sol, las lágrimas corrían por sus rostros cansados y mantenían la mirada en el azul del horizonte sin saber realmente a dónde es que se dirigían. Cabalgaron por horas sigu...