CAPÍTULO XI

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Todos volvieron a sus cuartos y se arreglaron nuevamente para la cena que el príncipe Yang les había impuesto.

Jay sabía que el joven príncipe realmente no tenía ningún interés genuino por ninguna de las princesas de Engenia, sólo intentaba ser cordial con ellas y darles la bienvenida al que sería su nuevo hogar por el tiempo que durase la guerra. Sin embargo, las intenciones que el pelinegro le había revelado lo alteraban un poco y no sabía si para bien o para mal.

Terminó de alistarse y salió de su cuarto con dirección a la del príncipe. Tocó la puerta y tras escuchar un suave "pase" como respuesta se adentró. Dentro se encontró a Jungwon parado frente a un espejo y batallando para ponerse un pañuelo alrededor del cuello, cosa que le causó gracia al muchacho.

—¿Por qué no le pediste ayuda a uno de tus sirvientes? —La voz de Jay hizo que el chico diera un salto en su lugar.

—¿Qué haces aquí? —preguntó sorprendido y un tanto a la defensiva—. Se supone que nos veríamos en el comedor.

—Al parecer, salvando tu imagen. —El rubio caminó hasta el menor e inició a anudar con suavidad la tela alrededor de su cuello.

Por alguna razón, esta cercanía le causó un extraño nerviosismo al menor. Cuando el príncipe Jay terminó de anudar el pañuelo, ambos se vieron fijamente a los ojos por unos breves segundos, pero tanto la cercanía como la silenciosa conexión se vieron interrumpidas por una pequeña descarga eléctrica que recibió el mayor, causando que se alejara de un salto.

—Gracias, pero yo podía hacerlo solo —dijo Jungwon regresando la mirada al espejo. Jay sonrió cabizbajo mientras negaba.

—No lo volveré a hacer entonces. —El silencio se apoderó del lugar. El pelinegro terminó de vestirse bajo la atenta mirada de su amigo.

—Bien, estoy listo —anunció antes de abandonar su habitación.

Ambos salieron del cuarto e iniciaron a caminar con dirección hacia el Gran Comedor, el cual los esperaba rebosante de deliciosa comida para su fino paladar.

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Las tres hermanas abandonaron sus habitaciones siendo acompañadas por sus damas. No habían tenido tiempo para hablar desde que llegaron a sus cuartos y realmente las mellizas necesitaban ponerse al día con respecto a lo que había sucedido la noche anterior y hace unas horas.

Reika estaba preocupada por la aparente cercanía de su hermana con el príncipe Jungwon, pues tenía un mal presentimiento con respecto a eso. O quizás simplemente se hallaba con la guardia en alto debido al reciente ataque que habían sufrido. Fuera como fuera, se sentía inquieta.

Selina por otro lado, estaba más interesada en saber a dónde se había ido su hermana la noche anterior, cómo se la había pasado y por supuesto, si había algo entre ella y el príncipe Sunghoon, pues le había sido inevitable reparar en la actitud que había tomado su melliza tras caer sobre el muchacho.

Las hermanas caminaron con gracia y en silencio hasta estar frente a las puertas blancas del comedor, detrás de ellas se podía escuchar el ruido de las conversaciones que se mantenían dentro. Los pajes abrieron las puertas apenas las vieron llegar, haciendo que los que estaban del otro lado guardaran silencio para ver de quién se trataba.

—Princesas Reika, Selina y Altea de Engenia —anunció Pierre.

Todos se pusieron de pie y las recibieron con una reverencia que las muchachas correspondieron.

—Sus altezas, tomen asiento por favor —pidió el príncipe Yang con una sonrisa.

Inmediatamente la menor de las hermanas se apresuró a irse a sentar junto a su prometido, quien amablemente le había guardado un asiento a su lado. Las mellizas observaron a los presentes, analizando las opciones sobre dónde sentarse. Selina iba a tomar el lugar que se encontraba junto al príncipe Yang, pero su hermana se adelantó, haciendo que esta se fuera a sentar al otro extremo de la mesa junto al príncipe Sunoo, quien la recibió con alegría.

Cursed-Blessed {Enhypen}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora