CAPÍTULO LXV

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Las semanas transcurrían con normalidad, el otoño se hacía todavía más presente al volverse el clima frío, las hojas se pintaban de lindos y llamativos colores naranjas, amarillos y cafés. Por primera vez en mucho tiempo, se vivía en paz y en armonía en el enorme castillo, pero como todos sabemos, la paz no puede existir sin el caos.

Selina se encontraba vagando por el castillo en completa soledad, cosa que la hacía sentir triste debido a la costumbre que había adquirido de estar siempre rodeada por alguno de los príncipes o de sus hermanas. Sus ojos lucían un tanto cansados y rojos, cosa que naturalmente todos atribuían a las constantes pláticas nocturnas que la princesa y el heredero de Hemia tenían. Su andar era un tanto torpe y sus pensamientos no parecían tener hilo.

Se detuvo al darse cuenta de que estaba perdida en el castillo y en lugar de regresar sobre sus pisadas, simplemente decidió entrar a la primera habitación con la que se encontró, hallándose así ante un gran salón de música donde habían arrumbados distintos instrumentos musicales. La muchacha se acercó a una silueta escondida bajo una manta que se le hizo conocida y la retiró, encontrándose con una enorme y antigua arpa.

Sonrió ante su descubrimiento y comenzó a tocar un par de dulces acordes, pero se detuvo al sentir un agudo y conocido dolor en el pecho, causado por las viejas y felices memorias de su antigua institutriz quien le había enseñado a tocar el instrumento.

Se apartó del arpa y se encaminó a otro de los muebles, el cual también se encontraba cubierto por una vieja manta para protegerlo del polvo. Al retirarla se encontró con un fino piano de madera negra. Lo acarició y caminó hasta el teclado, levantó la tapa y acarició las teclas del amarillento marfil para luego tomar asiento en el largo y polvoriento taburete.

Observó por unos segundos el instrumento, preguntándose si sería capaz de tocarlo con la misma destreza con la que alguna vez lo hizo. Tras varios minutos pensando, finalmente dejó que sus manos se hicieran cargo y comenzó a tocar las oxidadas canciones que venían a su mente.

Si bien al principio le pareció un tanto molesto el ruido del desafinado piano, luego de un rato se acostumbró y las canciones comenzaron a ser acompañadas por la dulce voz de la princesa.

Selina se sorprendió al ver aparecer otro par de manos en su campo de visión. Había estado tan concentrada que no se había percatado de la presencia del príncipe Jake, quien tras verla tocar durante un rato finalmente había decidido unirsele. Cada quien dominó un lado del piano, logrando conseguir una armoniosa musicalidad entre la melodía y sus voces.

Después de un rato, su recital se convirtió en juegos y competencias en donde se interrumpían con frases y sonidos graciosos con tal de hacerle reír y perder la concentración del otro.

—¡Eso es trampa! —señaló entre risas la princesa al ser interrumpida por notas tocadas al azar por el pelinegro.

—Eso no es trampa, esto sí —comentó Jake antes de lanzarse sobre ella y comenzar a hacerle cosquillas.

—¡Basta! ¡Basta! —suplicó la peli plateada entre risas mientras le propinaba pequeños golpes. Cuando él finalmente detuvo su ataque, la muchacha intentó recuperar el aliento—. ¿Cómo me encontraste?

—Seguí el llamado de mi corazón. —Selina giró los ojos ante su comentario antes de comenzar a reír nuevamente—. En realidad no fue tan difícil, sólo tuve que seguir tus horribles aullidos para encontrarte. —La muchacha llevó una mano a su pecho con fingida indignación y lo golpeó, causando que él riera—. Es broma, sólo escuche tu voz y la seguí. Nunca antes te había escuchado cantar o tocar un instrumento.

—Solía hacerlo muy seguido en Engenia, pero desde que escapamos no había sido capaz de cantar o tocar un instrumento —comentó la chica con un poco de tristeza.

Cursed-Blessed {Enhypen}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora