CAPÍTULO XXXIX

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Selina despertó de su profundo sueño y como siempre la habitación estaba oscura y sus hermanas dormían plácidamente. Estaba algo alterada y confundida, no sabía qué hacer o pensar. Durante su sueño había sucedido algo extraño, por un momento creyó haber escuchado la voz del príncipe Jake llamar su nombre, sintió que había sido abruptamente arrastrada desde su sueño a la realidad. Una donde era prisionera de su cuerpo y a pesar de que sus sentidos estaban despiertos, ella era completamente incapaz de moverse o hablar.

Algo de ese sueño le parecía tan real que le era imposible el no pensar que el príncipe Jake había estado realmente en su habitación y había descubierto aquel secreto que tan recelosamente las hermanas habían guardado. Esto la hizo temblar de miedo y que su estómago se removiera de formas extrañas a causa de la preocupación.

Se levantó de un saltó de la cama e inició a caminar por el lugar. No sabía qué era lo que había sucedido o lo que tenía que hacer. ¿Cuál era el motivo por el que se había despertado? ¿Qué hacía Jake en el cuarto? ¿Por qué el hechizo había tardado tanto tiempo en surtir efecto? ¿Por qué estaban hechizadas? ¿Había alguna forma de romperlo? ¿Debería decirle a sus hermanas que alguien había descubierto su secreto?

Se detuvo en seco y miró a la mayor, quien todavía se encontraba durmiendo. Sabía que Reika había estado muy inquieta y pensativa durante los últimos días a causa de su compromiso con el príncipe Jungwon por lo que no creía que fuera una buena idea añadirle una nueva carga de preocupaciones. Suspiró con cansancio, se acercó hasta donde ella estaba y se sentó en la orilla de la cama para sostener una de sus inertes manos.

—Sé que hace tiempo perdimos las esperanzas de descubrir lo que nos sucede y buscar una forma de romper el hechizo, pero hermana, quizás si la haya y la voy a encontrar. Lo prometo.

Sin perder más tiempo se fue a cambiar, desayunó algo de la comida fría que Altea había dejado en su charola la noche anterior y luego se dirigió con prisa a una de las tantas bibliotecas del castillo.

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El príncipe de Ylia se encontraba caminando entre los pasillos con dirección a la biblioteca para dejar uno de los libros que había terminado de leer. Se encontraba algo inquieto y curioso debido a la discusión que había tenido con el príncipe de Hemia la noche anterior. No quería creer en lo que el chico le había contado, sin embargo, algo dentro de su interior le decía que todo lo que le había revelado era cierto, pues desde el día en que las princesas de Engenia habían llegado, no sólo había un aura de misterio que las cubría, sino que el hecho de que nunca antes hubieran convivido con gente de la alta sociedad, que desaparecieran cada cierto tiempo por varios días, que jamás hubieran abandonado el castillo de Engenia ni siquiera para visitar su propio reino y hubiera tantos chismes y habladurías con respecto a ellas a causa de eso,  le resultaba realmente sospechoso.

Caminó por el lugar inmerso en sus pensamientos pero se detuvo tras escuchar los pasos y el movimiento que había en aquel silencioso espacio. Se dirigió con curiosidad hasta donde el ruido provenía pues no era muy común que los demás visitaran ese lugar. Se llevó una gran sorpresa al descubrir que quien se encontraba ahí se trataba de la princesa Selina, quien lanzaba un libro tras otro sobre una inmensa pila de ejemplares que había en una de las mesas.

Se quedó quieto y la observó en silencio. La muchacha se veía desesperada, se movía de forma errática por todo el lugar, hablaba en voz baja consigo misma, abriendo y cerrando alguno que otro libro sin cuidado alguno.

—Me alegra ver que ya te sientes mejor. —Selina se frenó en seco al escuchar la voz del pelinegro y lo volteó a ver algo sorprendida por su presencia.

Cursed-Blessed {Enhypen}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora