CAPÍTULO XXI

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Selina caminaba por el bosque con tranquilidad, no estaba segura de hacia dónde se dirigía por lo que simplemente dejó que sus pies vagaran con libertad. En cierto momento comenzó a escuchar el ruido del agua que fluía cerca de donde ella se encontraba, así que decidió seguirlo. Llegó a un precioso campo lleno de hermosas y coloridas flores, en medio de este corría un pequeño río de agua cristalina. La muchacha caminó hasta la orilla y dejó que el frío líquido mojara sus pies. Se sentó al borde y simplemente se dedicó a observar el hermoso paisaje.

Luego de algunos minutos la alegre voz de alguien a la lejanía llamó su atención. Alzó la cabeza encontrándose con quien alguna vez fue su cuidadora. Una rejuvenecida Heloisse corría por el prado llena de emoción y alegría, mientras perseguía a una pequeña niña de cabellos castaños. Ellas se acercaron hasta donde la princesa se encontraba sin siquiera darse cuenta de su presencia, la niña empezó a jugar con el agua mientras su madre la sostenía para que no se cayera.

—¡Mira los peces, mami! —La chiquilla señaló con su dedito un banco de peces del color del oro, los cuales nadaban cerca de donde se encontraban.

—Son hermosos. —La mujer le dio un beso a su hija y continuaron hablando sobre ello.

Selina las observó con una mezcla de felicidad y tristeza. Quiso alejarse de ahí pero le fue imposible. Se levantó de su lugar, sacudió su vestido y se acercó hasta donde estaban.

—Hola Heloisse, soy Selina. ¿Me recuerdas? —La mujer no se inmutó ante su presencia—. Me alegra que te encuentres bien y de que seas feliz. —Las lágrimas comenzaron a caer por su rostro—. Ella debe de ser Eiza, ¿cierto? —La peli plateada se agachó para ver mejor a la niña—. Es muy bonita, tiene tu mismo lunar —observó la muchacha mientras intercambiaba miradas entre madre e hija—. También sonríe igual que tú. —Limpió las lágrimas que caían por su rostro—. Te extraño mucho y nos haces mucha falta —soltó entre gimoteos—. A veces siento que no podré seguir adelante, y temo que mis hermanas se sientan igual... Lo siento —comentó enjuagando su rostro mientras su sonrisa flanqueaba—, quizás no debería estar llorando. Finalmente estás con tu familia y... mira este lugar, es hermoso.

—¡Heloisse! ¡Eiza! —Una voz masculina se escuchó por el campo, llamando la atención de las mujeres.

—¡Papi! —La pequeña salió  corriendo hacia el hombre que caminaba entre el campo de flores.

Heloisse se irguió en su lugar con una enorme sonrisa en el rostro para luego comenzar a caminar hacia su familia.

—Adiós —se despidió la chica en un susurro mientras múltiples lágrimas se integraban al agua que corría bajo sus pies.

Selina se quedó quieta observando la linda escena familiar hasta que desaparecieron de su vista.

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A unos kilómetros de distancia Reika se encontraba vagando por el lugar. Tenía la urgente necesidad de buscar a sus padres, pues sabía que sí su progenitor había muerto lo más seguro es que lo encontraría al lado de su amada madre. Sin embargo, la muchacha no se sentía lista para averiguar esto, pues sabía que sí era cierto, no podría contenerse y lloraría hasta inundar el lugar, así que simplemente se dedicó a caminar por ahí.

A pesar de que la chica no lo deseara, el destino intervino. Reika se detuvo en seco, encontrándose frente a frente con su madre; una mujer alta, delgada, de ojos verdes, cabello dorado, tez pálida y facciones dulces y delicadas; quien la miró sin realmente darse cuenta de su presencia.

—Madre. —La peli plateada corrió a abrazarla, pero no recibió nada a cambio, sino que simplemente fue atravesada por la presencia de la otra—. Madre. ¿Has visto a padre? ¿Se encuentra aquí contigo? —La mujer simplemente observó el lugar sin inmutarse por la presencia de su hija.

Cursed-Blessed {Enhypen}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora