El príncipe Jungwon se encontraba cansado, estaba harto de estar encerrado todo el día atendiendo los asuntos del pueblo e intentando resolver todos los problemas que la guerra había ocasionado. La fiesta de la Cosecha de la Luz estaba cada vez más cerca y los cultivos de ese año mostraban que el pueblo pasaría por un hambre terrible durante el invierno, además que según las recientes noticias que le habían llegado desde el frente, los Oscuros se encontraban en el límite con Engenia y se había peleado una ferviente batalla en la frontera de Nostriel.
Además, los constantes juegos y coqueteos entre los príncipes Heeseung y Dabin lo tenían harto, le resultaba inevitable envidiar su buena fortuna y odiaba el hecho de que ambos fueran tan tontos y testarudos como para no estar juntos.
Estos pensamientos siempre lo llevaban al mismo lugar, al príncipe Jay. Lo extrañaba con locura, sentía que los días sin él eran eternos y necesitaba con urgencia saber algo sobre su estado y paradero. Tantos años había intentado negar y ocultar todo lo que sentía por él y ahora lo único que quería hacer era gritarlo al mundo entero sin importar lo que pudieran llegar a pensar o decir. Sin embargo, no podía hacerlo; en primer lugar, porque era el príncipe heredero de Erontios, lo que significaba que se esperaba que en el futuro tuviera un hijo que fuera el siguiente heredero al trono y que pudiera liderar al reino; en segundo lugar, porque ahora estaba no oficialmente comprometido con la princesa Reika, quien a diferencia de Jay, podía darle lo que su padre quería y lo que su reino necesitaba, un hijo.
Salió de la sala de juntas lleno de cansancio y molestia, tenía planes de dirigirse a su cuarto para irse a dormir y así olvidar todos los problemas que lo atormentaban. Al pasar por uno de los pasillos se detuvo abruptamente pues algo había llamado su atención. El chico giró levemente la cabeza, esperando encontrarse con aquel cuadro que había pintado tantos años atrás no sólo con ayuda del príncipe Jay, sino también con la de su madre; pero en lugar de eso, lo que se halló fue con que su cuadro había sido arruinado a causa de los nuevos rayones de pintura que ahora lo adornaban.
Su corazón se detuvo y sintió como si estuviera cayendo en un oscuro abismo, una gran tristeza lo inundó la cual en cuestión de segundos se transformó en una furia violenta. Soltó un grito cargado de odio y dolor, el cielo se oscureció, una fuerte lluvia comenzó a caer, truenos y rayos hicieron acto de presencia haciendo temblar con violencia el suelo que tocaban. Uno de los rayos atravesó el vidrio detrás de él, haciéndolo estallar, recorrió todo el pasillo y fue a parar contra el cuadro, el cual inmediatamente comenzó a arder.
La furia de Jungwon volvió a ser sustituida por el dolor e inevitablemente el chico comenzó a llorar hasta terminar tumbado en el suelo.
Heeseung, quien había presenciado todo desde el otro extremo del pasillo corrió hasta estar al lado del chico de ojos bonitos, y lo envolvió en un fuerte abrazo en un inútil intento por reconfortarlo.
—Lo voy a matar, mataré a quien lo hizo —sentenció Jungwon antes de desvanecerse en los brazos del mayor.
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Los días siguientes la lluvia azotó sin piedad alguna las tierras de Erontios. El castillo se encontraba silencioso y el humor de todos estaba completamente decaído. Tras el ataque que le había dado al príncipe Jungwon nadie lo había vuelto a ver, pues el joven estaba sumido en una tristeza tan profunda que no había abandonado su habitación en varios días.
Altea se sentía triste por el príncipe y realmente culpable, ella nunca había querido causarle tal dolor al muchacho. Estaba asustada por decirle la verdad a sus hermanas e incluso a su novio, pero la culpa la estaba consumiendo, además, estaba algo decepcionada y triste por la actitud que la princesa Mina había tomado al respecto pues se negaba rotundamente a ofrecerle disculpas a su hermano.
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Cursed-Blessed {Enhypen}
FanfictionLas princesas cabalgaban por el frondoso bosque con sus espaldas saludando al sol, las lágrimas corrían por sus rostros cansados y mantenían la mirada en el azul del horizonte sin saber realmente a dónde es que se dirigían. Cabalgaron por horas sigu...