Cursed-Blessed {Enhypen}

CAPÍTULO III

El pequeño portavoz entró corriendo a la Sala del Trono, ocasionando que los príncipes lo miraran extrañados pues se habían dado cuanta que, en contra de las órdenes del chico de ojos bonitos, el hombre no venía en compañía de las tan esperadas princesas.

—Príncipe Jungwon. —Hizo una reverencia al estar frente al muchacho—. Las princesas han llegado, pero insistieron en ir a descansar antes de conocer a sus altezas. —El pelinegro se removió en su asiento, arrugó la nariz en señal de enfado, suspiró y se relajó.

El chico supuso que si los rumores de su llegada eran ciertos, las muchachas no se encontraban en el mejor de los estados para conocerlos, además, tomando en cuenta la delicada salud que poseían las princesas, estaba seguro de que el ajetreado viaje las había dejado más que exhaustas.

—Esta bien, es mejor para las princesas que descansen, no me gustaría que sufrieran un deterioro en su salud debido al viaje —el hombre asintió aliviado por la sabia reacción del muchacho y se retiró.

El resto de los príncipes también suspiraron aliviados pues con anterioridad ya habían sido testigos de las rabietas del menor.

—Es una lástima, a su alteza claramente le hubiera gustado conocerlas —dijo Heeseung haciendo referencia al hermoso traje azul aterciopelado del chico, ya que rara vez vestía así de formal. Jungwon simplemente lo fulminó con la mirada, se levantó del trono y salió del lugar.

—¡Jay! —El rubio hizo una reverencia para despedirse del resto de los príncipes y salió detrás del menor.

—Que muchachas tan desconsideradas, han roto el corazón del joven príncipe —mencionó Heeseung llevándose una mano a la frente de forma dramática—. El pobre se había vestido con sus mejores galas para impresionarlas. —Su comentario les sacó una sonrisa a todos.

—El príncipe Yang tomó una sabia decisión. La salud de las princesas tiende a ser delicada y no nos gustaría que alguna de ellas falleciera antes de conocerlas —fue lo único que dijo Sunghoon antes de abandonar la habitación.

Estas palabras hicieron que el resto de los príncipes guardara silencio.

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Jungwon caminaba con paso firme por los pasillos del castillo, cada vez que pasaba frente a alguno de los guardias estos le hacían una reverencia que el muchacho ignoraba solemnemente. Detrás de él caminaba, su fiel amigo y compañero, el príncipe Jay.

—¿A dónde vamos Wonie? —preguntó el rubio con cierta curiosidad a causa de la rapidez con la que andaba el menor.

—Bueno, ciertamente estoy decepcionado por no poder conocer a las princesas de Engenia en persona. Tengo curiosidad por saber si alguno de los rumores que corren por el reino son ciertos.

—¿Sobre sus tres ojos y cinco cabezas? —El mayor alzó una ceja.

—Realmente dudo que eso sea real. —Entraron a una habitación escondida entre las paredes del castillo, la cual se encontraba bajo tierra y bien custodiada por múltiples guardias—. Esta es la Cámara de los Tesoros, aquí hay joyas, cuadros, ornamentos y todo tipo de cosas traídas de todos los reinos para su protección. —El chico se detuvo frente a una enorme tela negra que cubría celosamente un objeto cuadrado—. Hace unos días empezaron a llegar cosas de Engenia y entre ellas este retrato. —El joven señaló lo que estaba oculto tras la tela—. Únicamente ha sido visto por los ojos del rey Fróilan y nadie más... O al menos hasta hoy... —Jungwon tiró con fuerza de la tela, dejando al descubierto el retrato de la familia real de Engenia.

El rey Fróilan, un hombre de tez bronceada, cabello ondulado oscuro, ojos ámbar y facciones atractivas; había sido cuidadosamente pintado sentado sobre su trono. En una mano sostenía su cetro, el cual estaba hecho de oro sólido y joyas preciosas, mientras que la otra reposaba con gracia sobre su regazo; llevaba puestas sus mejores galas, una capa aterciopelada de un oscuro color verde y una magnífica corona llena de piedras preciosas. A pesar de su seriedad, el rostro del hombre reflejaba poder, pero también bondad y sabiduría.