Capítulo 25

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Un pequeño niño de ocho años observaba con cuidado el sector frente a sus ojos, asegurándose de que no lo hubieran seguido. Suspiró con alivio al corroborar que no fue así, ya que había escapado de sus padres. A su madre ni le importó que se fuera, el verdadero problema era su padre, a él no le gustaba que se escapara de su casa, no porque hubiera una sincera preocupación, sino que si le pasaba algo, iba a ser complicado que tuviera otro hijo. Por poco y su progenitora quedó infértil por tenerlo.

Jimin solo era un niño que quería jugar como cualquier otro.

Por eso, se había escapado a la ciudad. Bien, su padre no era recibido, pero ellos no conocían quien era su padre. Ni a él, al menos no aún.

Solo sería por un ratito. Luego volvería a casa.

El peliazul se aseguró de ocultarse bien antes de aterrizar al suelo, estaba en una zona de juegos para niños. Sonrió al ver cómo corrían entre risas.

Él también quería eso.

Sonriendo con un leve sonrojo fue que se acercó al grupo de niños, parándose frente a ellos. Estaba nervioso, debía dar una buena impresión.

—Hola... —dijo tímido, agachando un poco su mirada ante los ojos interrogantes de los otros—. Soy Jimin, ¿qué hacen?

—Jugamos con el balón, solo lo pasamos, no debes dejar que caiga al suelo —advirtió una niña con seriedad—. Nos faltaba uno, vamos, ve con Jackson —Señaló al niño que sonreía con amabilidad—, estarás en su equipo.

—S-sí —asintió feliz. Sentía mucha emoción, iba a ser su primera vez jugando. Agradecía que fueran amables y lo aceptaran con facilidad.

—Tu cabello es raro —dijo un niño con lentes, acomodándoselos y observando fijamente las hebras azules. Jimin tragó en seco—. No es normal.

—Lo siento... —Hizo un puchero que enterneció a las chicas del grupo. ¡Era una monada! ¿Cómo no lo habían visto antes?

—Está bien, pero sigue siendo raro.

—Vale...

—No te pongas así, es raro también que lleve lentes. ¡Sin ellos no veo nada! —exclamó preocupado, mientras señalaba sus gafas—. Soy muy pequeño y estoy casi ciego... eso es rarísimo.

—¿En serio? —El niño sonrió y Jimin correspondió contento. Nadie podía borrarle esa sonrisa en su rostro, estaba avergonzado por dejarse llevar.

Su padre siempre le decía que lo que lo volvería el más fuerte entre todos sería jamás dejarse llevar por las emociones, él debía entrenar para llegar al punto de deshacerse de estas.

«Si él no lo sabe, está bien», se dijo en un amago de tranquilizarse.

—¡Comencemos!

La niña que gritó el inicio del juego tiró el balón en dirección a él y gracias a sus buenos reflejos, Jimin respondió y con su rodilla envió el balón al equipo contrario en el cual uno por uno se tiraba la pelota cada vez más rápido. Fallaron, pero era gracioso la desesperación y quejas que daban, al igual que reclamos por darle puntos al rival.

¿Así se sentía tener amigos?

Jimin no quería fallarles, así que se estaba esforzando por ser bueno en la dinámica. Se llevaba halagos por parte de las chicas y sus compañeros lo felicitaban haciéndolo sonrojar.

Todo era risas hasta que el balón quedó suspendido en el aire.

Los niños se asustaron y Jimin palideció, sabía de quien se trataba. Debía decirles que se fueran lo más rápido posible.

Entre villanos, amores inesperados y postres ➳ JimsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora