8 - Hablemos

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Otro más, un poco largo pero se pasa muy rapido. 

X

En el sábado Luisita se levantó temprano y conectó su móvil a los altavoces, despertando a Marina en su terrible resaca. La morena salió de su habitación con los ojos hinchados y el rímel corrido, su pelo atado en un moño totalmente mal hecho.

-Luisa! Maldita sea. ¿Qué te pasa? Baja el maldito volumen hija de puta.

Luisita reía abiertamente y en lugar de bajar el volumen tiro del brazo de la morena para que bailasen juntas. Un baile que Luisita era la conductora y Marina intentaba escapar de sus brazos.

-Suéltame Luisi. – Marina empezó a reírse aún con la cabeza a punto de estallar. Su amiga estaba feliz. Se veía en sus ojos brillantes y el olor a salsa que inundaba la casa. – ¿qué te ha pasado Luisi? – Marina fue quién bajo la música y soltó un suspiro placentero al silencio, busco en los armarios una taza y echo café dentro hasta casi transbordar. – Anda, cuéntamelo. – Se sentó en unos de los taburetes de la cocina mientras Luisita volvía a su tarea.

-Ay Marina. – Se giró a ella después de bajar la intensidad del fuego para que el tomate redujese poco a poco. – Marina que le he contao.

- ¿En serio? ¿Y como fue? Por tu sonrisa, creo que muy bien. Espera. – Marina abrió los ojos en grande. – ¿Esta en la habitación?

- ¿Qué? No Marina. Te cuento...

Luisita contó a Marina su conversación con Amelia, como la morena ya se había percatado que algo le pasaba y de como fue fácil contarle la verdad. Que era comprensiva que le dio todo el espacio para que se sintiera confortable. A cada cosita que iba diciendo a su amiga los ojos de Luisita se llenaban de lágrimas, y al final ambas se fundieron en un abrazo que Marina también dejó escapar las suyas.

-Luisi, estoy tan feliz por ti cari. Muchísimo. Mereces ser feliz, las dos.

-Gracias Marina. La verdad es que me siento una tonta por no haber contado antes sabe. Debería que ter escuchado tus consejos. – La rubia le miró avergonzada.

-Deja eso Luisi. Lo que importa es que ahora ya este todo aclarado y podréis follar tranquilas que hija tanta masturbación va a darte una tendinitis.

Luisita le dio un puñetazo en el hombro, pero aun así reía. – Marina, que bruta eres.

-Apenas digo la verdad amiga. – le guiño un ojo. – Y ahora, anda con la comida que muero de hambre y me la debes por despertarme.

Después de la comida el celular de Luisita soltó un pitido avisando de un mensaje nuevo. La sonrisa automática apareció en sus labios.

-Ay mi niña enamorada. – Dijo Marina con la cuchara de helado en la boca.

-Cállate. – Miró a la pantalla y se sintió un poco más apagada.

[AMELIA]
Buenos días guapa.
Me voy a tener que ir a Zaragoza que mi madre necesita ayuda con unas cosas del hotel que han aparecido de última hora.
Me voy en el AVE de las 21.

-Oye que la sonrisa desapareció. ¿Qué pasa? – Marina le preguntaba sin dejar de comer.

-Que Amelia me ha dicho que tiene que irse a Zaragoza ayudar a su madre.

-Anda, en el primer fin de semana de vacaciones. Creí que íbamos a salir por ahí, una playita. – Marina amaba planes de verano, playa, piscina, cervezas por el parque, picnics.

-Muy extraño eso no, que la cuente sobre mí y de repente se tenga que ir de viaje.

-No. Luisi no vayas por ahí eh. Que Amelia es hija única, tiene que ayudar a su madre. No te montes películas.

Tu y Yo y todo lo que vino después...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora