37 - Arcade

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La época universitaria es una de las mejores en la vida. 

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En el sábado por la noche llegaron todos juntos en el bar "Arcade" donde celebrarían el cumpleaños de Marina, un ambiente iluminado con mucho neón, carteles de películas de los 90, juegos de dardos en las paredes, interminables máquinas de videojuegos antiguos y nuevos, carros de corrida con pantallas enormes, música indie, rock y pop sonaba en todos los lados y al fondo una pista de baile con una barra que ocupaba toda la pared debajo de la cabina del DJ. Las mesas de billar con su terciopelo nuevo y madera brillante llamaron luego la atención de los ocho integrantes del grupo.

En la entrada una chica les estampo en la mano un sello con un casete antiguo y entregó a cada uno una tarjeta magnética con 50 créditos cada, lo que se ganaba por haber reservado con anticipación. Marina ganaba uno con el doble, una botella de vodka, hielo en una cubeta y bebidas energéticas.

-AMOOOOOR que dice aquí que tiene "Donkey Kong". – Amelia hablaba rápidamente mientras seguía analizando el cártel con todos los juegos disponibles, ató la blusa en la cintura, doblo las magas cortas de su camiseta de Stranger Things y ajustó el pantalón para que no le apretase la barriga. La camiseta dejaba visible el bulto en su vientre. Luisita no pudo evitarlo, le abrazó por detrás, serpenteando su mano por su barriga.

-A ver si eres tan buena como dice eh. – Miro también el cartel sin despegarse de la morena. – Que tienen "Mario Kart". – Gritó tan alto que casi deja sorda a Amelia, pero estaban tan felices que la morena apenas rio. – Marina te voy a destrozar como cuando éramos niñas.

Ocuparon una mesa con formato de barril, al lado de los billares, Marina abrió la botella y lleno los vasos, al mismo tiempo que Amelia pedía un drink no alcohólico de fresa, luego brindaron los 24 años de la castaña dando inicio a su noche. Se apuntaron en dos equipos de 4 para el billar y mientras la espera se fueron por los juegos. Natalia, que nada entendía de estas cosas, tomaba sorbo tras sorbo de sus copas y seguía Carlos que como un niño iba de máquina a máquina.

-Estas pasando de puta madre no? – Quiso saber Amelia parándose al lado de su amiga, un poco lejos de la pantalla donde un partido de Mortal Kombat se daba entre Mateo y Miguel.

-Me conoces muy bien morena. – Guiño a ella. – No entiendo porque a vosotros les hace tanta ilusión quedarse como tontos mirando a una pantalla.

-Ay Nat, es la adrenalina. Ven. – Tiro del brazo de la pelirroja. – Aaaaanda. Vamos jugar dardos, que no hay pantallas allí.

Luisita se sentó en un coche verde con Marina a su lado, pasó la tarjeta y la pantalla le dio un crédito, Marina hizo lo mismo. Se miraron desafiantes, sonrientes, pisaron el acelerador y el coche pilotado por Mario era seguido por la Princesa en una carrera con otros personajes.

-Cuidaooooo – Marina dio al botoncito en el volante e hizo volar una trampa hacia el coche de Luisita, este giró y giró, cayendo dos posiciones abajo. - Booom

-Hija de puta. – Rio la rubia. – Es mejor que corras.

Terminaron el partido con Luisita en 1º e Marina en 2º. – Te lo dije, destrozada. – Luisita tomo un sorbo de su copa y fue hasta la mesa para llenar otra vez el vaso.
– Luisi. – Fede apareció a su lado, con los ojos muy abiertos. – Amelia.

El corazón de la rubia se paró por dos segundos, largó el vaso y salió en busca de su morena, sin dejar que Fede acabara de hablar. La encontró delante de una máquina de baile. Con Natalia a su lado, que, por lo visto había sido convencida a favor de las pantallas.

Bailaban pisando las setas que brillaban, al ritmo de un single de K-pop. Había mucha gente viéndolas bailar, pero para Luisita lo que estaban viendo era lo mismo que ella: Amelia. Que había dejado la blusa colgada en la máquina, sus rizos despeinados y las mejillas rojas, su barriguita sudada. Y cuando se giró y vio a su rubia la admirando con la cara de tonta que siempre hacía, le guiño un ojo. Luisita vio, por el escote improvisado que había hecho Amelia en la camiseta, como las gotitas de sudor bajan por entre los pechos de la morena. Le secó la garganta.

Tu y Yo y todo lo que vino después...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora