32 - 8 semanas

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Vamos a empezar este viaje de 40 semanas. 

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Amelia se despertó sin necesidad de la alarma, estaba nerviosa y antes de tomar las pastillas se puso a vomitar. Marina se despertó y dio de cara con la puerta del baño cerrada, escuchó los sonidos de las arcadas dentro y se fue a llamar a su amiga. Cuando adentró en la habitación Luisita dormía boca abajo con el culo desnudo fuera del edredón. Marina primero sacó una foto y después le sacudió por los hombros.

-Luisi, Luisi. - La rubia emitió un gruñido. – Luisitaaa.

-Qué? – Abrió un ojo. - ¿Amelia? – Al no verla se giró de lado haciendo Marina tapar los ojos por que las mañanas suelen ser un poco intimas, porque bueno, no que nunca hubiese visto el cuerpo de su amiga desnudo, pero en las condiciones en que estaba, le daba cosa.

-No, soy yo. Amelia esta vomitando. Hace mucho tiempo, creo que es mejor verla.

Luisita se levantó y puso los pantalones grises que fueron descartados en la noche anterior. – Gracia Mari, ya puedes abrir los ojos. Que total no hay nada que nunca haya visto.

-Si, pero es que estás...

-Ya. Verdad. Perdón. – Se puso roja y con la camiseta a medio poner salió de la habitación.

Amelia seguía sentada en el suelo al lado del váter, con nauseas interminables que le impedían levantarse, cuando Luisita golpeó sus nudillos en la puerta antes de abrirla despacio.

-¿Amor, todo bien? – Se agachó delante de ella.

-No me puedo levantar que me mareo y me vuelven las náuseas y no hay nada más que pueda vomitar. – Sus ojos se llenaron de lágrimas.

-Amor... que tal una ducha? Ven te ayudo. – Luisita giró el grifo y el agua empezó a correr mientras ayudaba Amelia a levantarse del suelo, la morena solo llevaba puesta una bata y se la colgó al lado.

-No vas a entrar? – Amelia preguntó ya metida bajo el cabezal.

-Sí. Así ya ahorramos tiempo. Solo necesito. – Apunto con la cabeza el váter.

-Amor...

-Amelia, por favor. – Sus mejillas se fueron coloreando.

-Todo bien cariño. – Se giró de espaldas para que la rubia pudiese orinar tranquila. Porque por las mañanas no le era posible sentarse para hacerlo.

Se ducharon y después Amelia ya se sentía mejor. Luisita le hizo un smothie de fruta con yogurt y salieron para la cita médica. Fueron en el coche de Luisita y llegando al local no encontraban un hueco para aparcar.

-¿Cómo que estas horas de la mañana no haya sitio donde aparcar? – Luisita se enfadaba a cada metro que conducía sin encontrar un local.

-Allí cariño. – Amelia avistó un espacio, pero por ser lejos tuvieron que volver caminando como 10 minutos hasta la clínica.

Amelia dio su nombre a una chica de la recepción, luego la misma le dio un formulario para que completase con los datos. Se sentaron lado a lado y mientras la morena escribía Luisita repasaba todo que tenía que estar listo, el informe de la doctora Camila de Madrid, le prescripción de las pastillas que había estado tomando Amelia, las fotos del ultrasonido.

-Amor que me piden dirección, puedo poner de tu casa, porque como intentan localizarme en el campus.

-Claro mi amor.

Luisita pasó cada detalle de su dirección para que Amelia lo escribiese. Luego retornaron el formulario para la chica, que, sin muchas ganas, les pidió que pasasen a la próxima sala a esperar la llamada del doctor. Una sala mucho más grande que la del consultorio de la Dra. Núñez, llena de matrimonios heterosexuales y dos chicas solas. Todas las mujeres embarazadas, desde panzas pequeñitas hasta estas que parecen un globo de playa. Luisita miraba tranquila a estas mujeres, pero Amelia miraba una a una, analizando cada cambio de expresión en sus rostros.

Tu y Yo y todo lo que vino después...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora