48 - 39 semanas

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Una cena especial. 

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En la noche que Amelia había entrado en las 39 semanas ella y Luisita salieron para cenar en el Valentino. El restaurante italiano estaba localizado en la calle detrás de su edificio y Luisita ya esperaba Amelia, pacientemente sentada en una mesa cerca de la ventana, delante del restaurante estaba el parque que Luisita había visto en construcción cuando se mudaron allí.

-Hola.

Amelia se paró delante de ella vistiendo su mejor sonrisa, labial rojo, un mono de mangas cortas y escotado. Sus pechos ahora estaban siempre dentro de un sujetador almohadado para que las gotitas insistentes no le mojasen la ropa y por eso saltaban las vistas de tan fartos. Su barriga estaba mucho más grande y redonda, sus manos y nariz hinchadas.

-Que guapa estas. – Luisita se derretía cada vez que la miraba, se levantó para darle un beso en los labios y una caricia en la barriga. – Hola mi amor.

Amelia se sonrojó y negó rápido con la cabeza, ocupando la silla que Luisita había tirado para ella. – Ya está pronto el parque. – Apuntó al local del otro lado de la acera.

-Sí. – Luisita miró al mismo local con una sonrisa. – Y como fue tu día? Perdón por no poder ir contigo a la cita.

-Todo bien mi amor. Fue on line y Dani hizo las mismas preguntas. Seguimos bien. La próxima semana me pidió que fuera al consultorio. – El camarero vino hasta ellas para entregarles la carta.

-Tienen vino sin alcohol? – Quiso saber Luisita.

-Tinto. – Respondió el joven con una sonrisa.

-Pues ese. Quiero que brindemos. – Dijo mirando a la morena.

-El que? – Luisita había llamado a Amelia en media tarde para decirle que no le daría tiempo para poder estar en casa para la cita y invitándola a esta cena.

-Bueno, esperamos el vino no. – Le guiño un ojo con una sonrisa y Amelia se enrojeció. El coqueteo de Luisita aquella noche le estaba sacando de juego. – Que te pasa? – Quiso saber la rubia. – Estas avergonzada o algo?

-No. Es que no sé. Estoy tímida hoy.

-Vaya... En casa no te espero tan tímida entonces. – Otro guiño.

-Luisitaaa

El camarero volvió y puso el vino en las copas, la pareja ordenó la pasta con salsa carbonara y boloñesa, otra vez se quedaron a solas. El restaurante estaba ambientado con una luz muy suave y el jazz sonaba bajito en os altavoces esparcidos por el techo, cada mesa contaba con un pequeño ramo de flores frescas y un par de velas pequeñas, los cubiertos negros y platos blancos contrastaban en las mesas de cedro. En las paredes había fotos de una Italia antigua y algunos libros de historia, de poesía o de cine ocupaban pequeñas estanterías.

Era un local acogedor y cálido, pero Luisita no le daba la mínima atención. Estaba absorta en la belleza de la mujer delante suyo, sus labios carnosos en la copa de vino, sus ojos curiosos sobre los detalles de aquel lugar que le encantaba, luego sus ojos pararon sobre los de Luisita que habían estado mirándola.

-¿Qué? – El corazón de Amelia golpeaba el pecho, contento, excitado, emocionado, enamorado.

-Te amo. – Le sonrió Luisita.

-También te amo. – Otro sonrojo. – Pero anda, dime que quieres celebrarlo.

-Que tu novia va a ser directora asistente en una telenovela. – Dijo como si nada.

-QUE? – Amelia abrió los ojos como platos. – Me estas tomando el pelo.

-No. Te lo juro. – Sonrió a ella. – Después de la escena que he escrito para Javier, bueno, me ha indicado y he aceptado.

Tu y Yo y todo lo que vino después...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora