14 - Sessión

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Un capitulo para aclararse y porque el de ayer fue cortito.

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-A ver Teresa. Lo que me pasa es que... bueno ¿te recuerdas a esa chica que te he hablado? – Amelia estaba en la sesión de terapia muy necesaria. Teresa su terapeuta había ampliado sus horarios aquel miércoles solo para verla.

- ¿La chica intersexual?

-Sí, Luisita.

-Luisita. Ok.

-Bueno, el caso es, que nos acostamos en el finde pasado. Y... bueno... -Amelia jugaba con las manos, tumbada en el sofá del escritorio de su psicóloga.

-Amelia, puedes decirme lo que sea. Soy yo. Tranquila.

-Sí, sí, lo sé. Pero es que, a ver. Que yo, soy lesbiana, ¿cierto?

-Ok, cierto,

-Bueno, pero, he estado con ella, y ella pues que tiene uno...

-Un pene. Puedes decir los nombres de las cosas Amelia. Tiene un pene, una polla, lo que sea.

Amelia llevo las manos a la cara, resoplando. -Si, tiene un pene. La cosa es que, me lo he pasado muy bien con ella. Y bueno entre semana no hemos tenido mucho tiempo, pero cuando la vi y nos volvemos a besar, tuvimos un rato en mi dormitorio y tuvimos uno polvo rapidito, y me lo pasé muy bien otra vez. O sea... ¿soy bisexual ahora o qué?

-Amelia, ¿te gustan los chicos?

-No, que no me atraen lo más mínimo.

-Pues ahí tiene tu respuesta.

-Pero Tere, a ver. Que tengo relaciones sexuales con un pene, que es un órgano predominante masculino. Y te lo estoy diciendo que me lo paso de puta madre con la polla esta. Que está muy bueno.

- ¿Lo pasaría muy bien si Luisita tuviese una vagina no?

-Por supuesto.

-Entonces vamos a trabajar con la posibilidad de que el órgano sexual de Luisita no es lo principal aquí. El denominador común Amelia es la persona. Lo pasas bien porque Luisita te atrae, como mujer, que es. Te gusta y te hace sentir bien. También tenemos que salir de la burbuja Amelia, tenemos que ver que las personas son diversas, así como los cuerpos.

-Lo sé Tere.

-Tu no me has dicho que una novia que tuviste cuando era adolescente ha hecho la transición y hoy se trata como chico. – Amelia asintió. – Pues, es eso. Hay chicos con vaginas y chicas con pene. ¿Qué más da? Lo que importa es como nos vemos nosotros, y que nuestro cuerpo físico refleje algo que llevamos dentro.

Amelia miraba fijamente su terapeuta, Teresa era una mujer de unos 60 años, en las fotos de su escritorio donde aprecia con su esposa y su hijo, un adolescente de 17 años, sus cabellos eran oscuros, pero hoy ya estaban casi todos grises. Ella tenía una sonrisa calma y un tono de voz muy firme para un terapeuta. Sus ojos azules transmitían paz y tranquilidad y fue por esos ojos que Amelia había se decidido por ella cuando llego a Barcelona. En ellos veía reflejada tanta empatía que era casi un enamoramiento tenerla como terapeuta.

-Tiene sentido. Ay Tere es que no se, creo que me estoy enamorando por ella.

Teresa sonrió. – ¿Y eso es bueno o malo?

Amelia se quedó pensativa unos minutos, Teresa no interrumpió sus pensamientos. Dejaba que Amelia guiase sus dudas y dejaba su espacio para replantear las cosas.

-No sé. – Volvió hablar Amelia, dejando salir una bocanada de aire. – Para mí es muy bueno, me siento bien con ella, me hace reír, me cuida, no me agobia, respeta mis decisiones, me escucha hablar por horas de las cosas que me gustan, por más que no entienda nada. – Rio recordando la cara de perdida que hacía Luisita cuando ella hablaba sobre métricas de las canciones que escuchaban, sobre los tonos y notas. Pero aún perdida, le brillaban los ojos al oír Amelia hablar tan apasionadamente sobre sus cosas. – Pero tengo miedo Tere.

-¿Miedo a que?

Amelia resopló, se sentía enfadada con ella misma al sentirse así. – Tengo miedo a la gente. Miedo a lo que dirán los que saben que es diferente. Miedo a no saber hacer frente a otro tipo de prejuicios. Porque la homofobia es algo que tristemente sabemos que hay, lo he vivido y lo sigo viviendo día tras día, pero, la homofobia y la transfobia u otro nombre que tenga, es el doble. No sé si estoy preparada para eso.

Teresa tenía años de profesión y aun así no tenía la respuesta adecuada, la respuesta a que dar cuando alguien tiene miedo a ser juzgado por ser quien es, por amar a quién ama.

-Amelia, yo no te lo puedo decir lo que hacer y lo que no, tampoco te puedo decir que será fácil la vida con ella. Porque lo sabes de sobra la sociedad en la que vivimos, sabes que es lo que hay y que no nos rendimos, que lucharemos, y después de nosotros viran otros que seguirán luchando. Pero no deje que el miedo a esa sociedad retrograda te haga dejar de vivir algo tan bonito como lo que estas sintiendo ahora. – Ambas sonreían. - ¿Merece la pena?

Amelia ni siquiera lo pensó. Abrió su mejor sonrisa con los ojos llenos de lágrimas. - Con ella todo merece la pena Tere.

-Entonces se fuerte Amelia, y que se jodan los demás.

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Tu y Yo y todo lo que vino después...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora