Capitulo 3

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Al día siguiente Pablo salió de su habitación estirándose y solo con un pantalón de pijama puesto.

Abrió los ojos y se encontró con una increíble Marizza en bikini.

Pasó de largo por el pasillo y se dirigió hacia el exterior.

Pablo no pudo evitar morderse el labio inferior. Marizza lo sabía torturar exactamente igual que cualquier otra de las novias de su padre.

Siguió la misma dirección que ella. Salió al jardín y la observó tumbada en una de las reposeras.

Marizza estaba leyendo, pero Pablo vio como apoyaba el libro en el suelo y cerraba los ojos.

En ese momento miró su reloj de muñeca, era casi la hora de comer.

Volvió a alzar la vista. Su padre se acercaba a Marizza y se inclinó sobre ella para besarla.

Pablo se giró para irse cuando se descubrió así mismo haciendo un gesto de asco.

Nunca había sentido nada parecido, pero por un minuto creía haber sentido celos de su padre…

Celos por no haber sido él quien besara a esa castaña. Sacudió la cabeza, tenía que dejar de pensar tonterías. Marizza estaba bien y no le hacía ni caso, eso era lo que lo tenía dado vuelta.

Pasado un rato entró en el salón, cambiado y duchado. Y allí estaba ella, se había puesto una camisola blanca encima del bikini, pero eso no era blanco…

¡Eso era transparente!

Pablo la observó detenidamente y sin ningún disimulo, ella endureció su gesto al notarlo.

Pablo subiendo la vista hasta la cara de ella- ¿Y mi padre?

-Haciendo una llamada.

-Bien. Dile que me he ido…

-Pero…

Dio igual. Pablo ya se encaminaba hacia la puerta y no le hizo el menor caso.

Ella resopló cansada. Mateo llevaba días planeando esa comida, él necesitaba ver su vínculo con Pablo no se iba a deteriorar a pesar de Marizza, pero Pablo no estaba dispuesto a ceder lo más mínimo. Y ella no podía evitar sentirse mal, ese rubio podía ser un mocoso malcriado, pero ella había irrumpido en su vida para desbaratarlo todo, y a eso nadie tenía derecho. Ella lo sabía bien.

Ante todo se sentía mal por su marido, ella quería ser una buena esposa, pero sabía de sobra que no podía llenar el lugar que Pablo ocupaba en la vida de Mateo.

Su marido salió del despacho y sin siquiera preguntar por su hijo, le anunció que tenía que comer fuera por negocios.

Marizza accedió resignada. Iba a pasar el día completamente sola, y esa no era la primera vez.

************

Esa misma noche…

Pablo entrando en el salón- ¿Y mi padre?

Marizza levantó la vista de su libro lentamente y se preguntó si realmente esas eran las únicas palabras que iba a oír alguna vez de la boca de Pablo.

Marizza mirándolo- No ha comido en casa.

El joven se extrañó. Su padre le había dicho que quería que comieran en familia y alguna tontería más…

¿Se habría enfadado?

Pablo algo extrañado- ¿Segura?

Marizza sacudió la cabeza y cerró su libro. Se levantó sin decir nada y cuando pasó al lado de Pablo, se giró.

PEQUEÑAS HISTORIAS PABLIZZA/BENJAMILADonde viven las historias. Descúbrelo ahora