Capitulo 8

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Los días pasaron y todo volvió al punto de partida.

Pablo casi no estaba en casa y cuando estaba, ignoraba a Marizza por todos los medios.

El miércoles encontró entre sus libros uno que aunque había leído miles de veces, no reconocía como suyo… “20 poemas de amor y una canción desesperada” de Pablo Neruda.

Lo abrió buscando una dedicatoria o algo que lo identificara como un regalo, pero no había nada…

Suspiró y cerró el libro.

Pablo lo había comprado con antelación, pero pensaba dedicarlo en el último momento, estaba segura de eso, aunque después de su frustrada declaración hubiera optado por no hacerlo.

Quizá el no llevar nada escrito era el mensaje más significativo que podía haberle hecho llegar.

A partir de ese día, Pablo empezó a desfilar con multitud de chicas distintas por casa.

Chicas que Marizza veía antes de acostarse, oía cuando se marchaban o se cruzaba cuando se levantaba a desayunar.

Al principio se lo tomó como una absurda revancha de Pablo porque ella no le correspondía, porque ella en realidad estaba con otro.

Pero pronto se dio cuenta que Pablo no lo estaba haciendo por ella, él estaba actuando así por él mismo.

Marizza se decía a sí misma que no le importaba y cuando le costaba un poco más de lo habitual creerse su propia mentira, se convencía de que la causa es de que ella estaba sola y él no.

Solo eso.

Nada de celos, nada de amor, solo envidia.

Eso era lo único que despertaban en ella las constantes compañías de Pablo.

Ella sentía afecto por él. Pablo era alguien comprensivo, sensible y cariñoso. Era justo todo lo que ella le hacia falta en su marido, por eso le había sido tan fácil acostumbrarse a su compañía y por esa misma razón ahora echaba de menos su compañía.

Única y exclusivamente por eso.

Sin embargo sus argumentos no tardaron en balancearse, y eso ocurrió el día que se dio cuenta que la chica que salía por la mañana de la habitación de Pablo, era la misma que lo había hecho el día anterior, y el anterior…

La chica la saludó con amabilidad, porque esa mañana se cruzaron cara a cara, pero Marizza fue incapaz de responder, ni bien, ni mal…

Las palabras no salieron de su boca.

Que Pablo le estuviera dedicando tanto tiempo a esa chica solo podía querer decir una cosa.

Y el vello de la nuca se le erizó al pensar en eso.
Intentó mantener su propia mentira más allá de ese incidente, pero le fue imposible.

Los pocos momentos en que se cruzó con Pablo, no pudo evitar quitarle los ojos de encima. Fue como si de repente se diera cuenta de que era el hombre ideal, ideal para ella al menos.

Claro que Pablo era justo lo que ella echaba en falta de su marido, ella siempre había echado en falta estar enamorada de su marido. Con Pablo eso no le faltaba.

No se dio cuenta de cómo le miraba hasta que él mismo llamó su atención.

-¿Tengo algo?- dijo Pablo mirándose la camisa

-¿Qué?- dijo Marizza algo aturdida

Pablo mirándola de nuevo- Me mirabas como si tuviera alguna mancha o algo…

PEQUEÑAS HISTORIAS PABLIZZA/BENJAMILADonde viven las historias. Descúbrelo ahora