Capitulo 6

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Llegué a mi casa, después de estar en el hospital por varias horas, y encontré al automóvil de la hermana de Pablo estacionado en nuestro camino de entrada.

Suspiré, sabiendo que no se encontraba ahí para una visita amistosa y así lo
confirmé cuando Mía salió con una maleta de ruedas detrás de ella. Se congeló al verme a mitad de camino, ya que seguramente no se esperaba verme.

-Pablo te envió por sus cosas -declaré y
continué caminando hacia la puerta principal.

-Sí -asintió con vergüenza-. Sé que las cosas terminaron mal entre ustedes y realmente...

-No terminaron, Mía- la interrumpí y se hizo a un lado para dejarme ingresar a mi casa- EI nunca volvió y eso no es terminar, es abandonar.

-Lo sie...

-No te disculpes, no es tu culpa- gruñí y la encaré-. Solo dile que necesito hablar con él una última vez y nunca más me volverá a ver.

-Está bien -titubeó-. Estoy mal de que las
cosas entre ustedes hayan terminado de esta manera.

-Yo también -murmuré para mí misma.

Mia se acercó a mí para darme un fuerte abrazo, mordí mi labio inferior para no sollozar, pues el adiós de ella se sentía como si fuera Pablo quien se despidiera de mí. Di un paso atrás y me
dio una sonrisa triste antes de girar para encaminarse hacia la salida de mi casa.

Exhalé y me arrimé a la pared más cercana, mi corazón dolía en mi pecho, más aún al recordar que sus padres y ella deseaban que Pablo y yo nos
casáramos y tuviéramos hijos, que formáramos una familia juntos.

Rompí en llanto al sentirme completamente sola en mucho tiempo, en no saber como seguir con mi vida.

»¿Qué hago? -sollocé.

Todo era mi culpa, ya que nunca supe aprovechar lo que tenía junto a mí, a la persona que dormía a mi lado cada noche.

Mi corazón se rompió en miles de pedazos y no estaba segura de que
alguna vez lo fuera a recuperar por completo.

Sentí las lágrimas caer por mis mejillas y miré mi vientre plano, el lugar donde mi pequeño se estaba formando.

En ese momento supe que tenía que armarme por mi bebé, pues había
estado demasiado tiempo en ese pozo de sufrimiento y era hora de recuperarme. Por mi hijo o hija en camino tenía que vivir.

Era un regalo que la vida me daba, una segunda oportunidad para convertirme en madre. Mi bebé era mi motor para seguir adelante y esta vez era en serio.

Saldría adelante y me recuperaría por y para él.

Mi bebé se merecía una mamá sana y completa, no rota y muerta en vida.

Limpié las lágrimas de mi rostro y tomé fuertes respiraciones para calmarme, pues tenía que ir al banco a cobrar el cheque que había recibido días atrás.

También tenía que abastecerme de
comida para todo el mes más ahora que estaba embarazada. Pablo era el encargado de hacerlo y como no estaba, me tocaba hacerlo a mí.

Fui a mi habitación para maquillarme y cubrir aspecto demacrado, después de eso salí de mi casa hacer todo lo que tenía en mente.

Después del banco, fui al supermercado y me di el lujo de comprar todo lo que me haría bien en mi estado, añadí muchas galletas saladas para las náuseas, bebida que reemplazaría el café, pues había leído que esta última no era buena para el bebé.

Compré tanta comida que tuve que ir en taxi porque sería imposible llevar todas las bolsas en mis dos manos sin terminar haciendo un desastre.

Fue difícil entrar en el vehículo, pues mi respiración empezó a dificultarse y mi visión se volvió negra, unos ojos celestes aparecieron en mi mente y eso me ayudó a calmarme, junto con el
taxista. quien fue muy amable en bajar la ventana y ayudarme a respirar.

Cuando llegamos a mi casa, le di una gran propina e ingresé todas las bolsas.

Empecé a sacar cada producto de las
bolsas para guardarlos en la alacena y dejar todo ordenado antes de encargarme de la ropa sucia, la cual ya era una pila para ese entonces.

AL finalizar de hacer mis quehaceres, me dejé caer en el sillón y alcé mis piernas encima de la mesita de café para ubicar mi laptop sobre mis piernas y empezar a buscar un terapeuta.

Después de que me dieran el alta, el doctor a cargo de mí me recomendó un psicólogo para hablar del accidente, pero nunca pensé en realmente ir a uno pues sentía que no era necesario.

Sin embargo, ahora era el momento de
hacerlo. Si quería estar bien para mi bebé, necesitaba hablar con alguien de lo sucedido.

Necesitaba sanar todas mis heridas emocionales y psicológicas. No podía amar a alguien con el corazón hecho pedazos y mi bebé necesitaba que su madre lo amara con todo su corazón y su ser.

Busqué en Internet a psicólogos o terapeutas cercanos a mi área y encontré a una psicóloga con varios estudios, había algo en su foto
personal que me daba tranquilidad.

Saqué mi celular de mi cartera y marqué el número antes de Ilevar mi teléfono celular a mi oreja, tenía que
hacerlo ahora que estaba decidida.

-Consultorio de la Dra. Linares -dijo una voz dulce.

-Hola, soy Marizza. Me gustaría concertar una cita con la psicóloga.- coloqué mi mano sobre mi vientre plano y sonreí.

-El día de mañana tengo un hueco de dos a tres- dijo después de escuchar el sonido de hojas pasando-. ¿Está bien esa hora para usted?

-Sí.

-El día de mañana la esperamos, Marizza. Que tenga una buena tarde.

-Gracias. lgual para usted.

Colgué y solté un suspiro de alivio, pues había sido más fácil de lo que pensaba.

Por primera vez, en mucho tiempo, sentía que estaba haciendo lo correcto.

Dando un paso en la dirección correcta.








Continuará...

PEQUEÑAS HISTORIAS PABLIZZA/BENJAMILADonde viven las historias. Descúbrelo ahora