Capitulo 4

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Llegué a casa y destruí lo primero que vi; que fueron unos nuevos lienzos que había adquirido hace poco y que todavía no llevaba a mi estudio.

Los agarré y los lancé el suelo, los pisoteé con todas mis fuerzas y jalé con fuerza el marco que mantenía la tela extendida. En el tren a casa, me
encontré con una pareja con un niño con la edad que debía tener mi bebé en ese momento, fue verlos y me sentí devastada porque yo había perdido la oportunidad de tener una familia con el
amor de mi vida. Ellos tenían lo que yo perdí y eso me mataba por dentro.

Retuve mis lágrimas y desvié la mirada, pues si los seguía viendo estaría llorando en medio del lugar como una loca y era lo último que deseaba hacer ese día.

Estaba enojada y frustrada con la vida, pues se había llevado a las personas que más amaba dejándome rota y sola.

Caminé decida hacia la cocina para agarrar un cuchillo y clavarlo
repetidamente en la tela, quería que todo estuviera destruido como mi ser lo estaba. «j¿Por qué la vida tenía que Ilevárselos ?!», gritó mi mente. «i¿Por qué tuve que sobrevivir?!», pues había muchas preguntas que no tenían respuesta y eso me mantenía en un limbo, ya que nunca llegaría a comprender lo que me había sucedido.

Lloré incontrolablemente y los sollozos llenaron mi alrededor, mi cuerpo temblaba y apenas podía, miré el desastre que había hecho, había tela y
madera por todo lado. «Esos lienzos son un reflejo de cómo está mi ser», pensé.

Subí las escaleras arrastrando los pies sin fuerza y sin ganas de nada, llegué a la planta superior y me dirigí a mi habitación para sacar una fotografía de Simón junto con la imagen del ultrasonido de nuestro pequeño el bebé, quien apenas era visible en la fotografía granulada. Fue un milagro que lo que estaba dentro de mi cartera se mantuviera a salvo del caos que se desataba en el exterior.

Cuando me dieron el alta, recuperé mis cosas y otro golpe de nostalgia llego a mí, pues mi mundo fue casi perfecto antes del accidente y ahora solo era escombros de dolor, rabia y frustración.

Pablo estaría fuera de casa hasta el día de mañana, pues tenía un turno de veinticuatro horas en el trabajo y eso me daba tiempo de llorar sin tener que preocuparme de que llegara a casa, ya que no quería que me viera en este
estado lúgubre que lo atormentaba y lastimaba.

Extrañaba tanto a Simon y a mi bebé que apenas comí algo en todo el día; el café del desayuno y del Starbucks era lo único que había en mi organismo. Mi estómago sonó y sentí como el líquido subía por mi esófago, dejé caer las
imágenes al suelo y corrí al baño con la mano en mi boca intentando retener las ganas que sentía de vomitar lo poco que había en mi interior.

Me lancé al inodoro y vomité con todas mis fuerzas, mi garganta ardió y las lágrimas cayeron por mi rostro mezclándose con la saliva seca de
mis labios. Después de minutos en esa posición, me erguí lentamente y le di al botón para que todo se vaya antes de acercarme al lavamanos para cepillarme los dientes, pues requería sacar el feo sabor que quedó en mi boca. Salpiqué un poco de agua y me miré en el espejo, me veía pálida y ojerosa.

-Debe ser por lo que no he comido en todo el día -me murmuré.

Suspiré y giré para arrastrar mis pies en dirección a la cama, donde me dejé caer para seguir con mi fiesta de autocompasión y dolor.

Agarré las fotos que estaban en el suelo y las acaricié con mis dedos antes de guardar en su escondite, ya que Pablo no sabía de su existencia. Sabía que la
paciencia de mi novio se estaba agotando y si las veía, sería el detonante para darle el impulso que
necesitaba para que terminara nuestra ya rotanrelación.

Hice a un lado la sábana y me acosté
para mirar el techo mientras las lágrimas seguían derramándose. Me sentía rota y sin ánimo sin nada.

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PEQUEÑAS HISTORIAS PABLIZZA/BENJAMILADonde viven las historias. Descúbrelo ahora