Capitulo 5

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Pasaron cerca de un par de horas. Aunque ninguno de los dos había controlado el tiempo.

Marizza estaba tumbada de lado. Miraba hacia la ventana. Tenía la vista perdida en el paisaje. Sus sentidos todavía estaban aturdidos, solo notaba la cálida mano de Pablo sobre su cadera. Llegó a pensar que Pablo estaría dormido, pero comprobó que se equivocaba cuando notó sus besos en el hombro. Se giró para mirarlo de frente, y él, sin perder el tiempo la besó en la boca.

Pablo separándose- Será mejor que me vaya…

-¿Tienes algo que hacer?

-No… Pienso comer contigo, pero si me quedo aquí cualquiera de los empleados puede sospechar- dijo con media sonrisa

Ella le sonrió mientras él se empezó a vestir.

Marizza lo miraba con atención, se había olvidado por completo del resto del mundo, solo podía pensar en lo hermoso que era Pablo.

Él se acabó de vestir y se acercó a ella. Le dio otro beso en la boca y le sonrió.

Marizza le devolvió la sonrisa y se incorporó para besarlo antes de que él se hubiera alejado mucho.

Al salir de esa habitación Pablo no pudo evitar sentirse feliz. Era la habitación de su padre, era la cama de su padre y era la mujer de su padre; todo eso era un disparate se lo mirara por donde se lo mirara, pero él se sentía feliz.

Había conseguido algo que realmente deseaba. Lo único que no tenía claro era que el hecho de haberla conseguido, le hiciera olvidarla.

Sin embargo tenía muy claro que en esa ecuación, lo que menos importaban eran sus intereses. Estaba seguro de que Marizza no querría volver a tenerlo en su cama, y cuanto antes se hiciera a la idea de eso… Mejor para todos.

Pensó en que en menos de una hora, los dos estarían sentados a la misma mesa comiendo. Iba a tener que olvidarse de ella desde ya.

Ella estaba en la ducha. Intentaba no pensar. No pensar en como había traicionado a su marido, y menos en quien era la otra parte de esa traición.

Nada de eso hubiera pasado si la persona con la que hubiera compartido todos los momentos que compartía con Pablo, hubiera sido su marido.

Cerró los ojos con fuerza. ¿Se estaba justificando? Sabía que no tenía ninguna justificación, pero era extraño… No se arrepentía. No podía arrepentirse cuando el estar con Pablo, ante todo, había significado sentirse bien.

************

Los días pasaron y los momentos juntos entre Marizza y Pablo se multiplicaron. Él trabajaba, como su padre, pero siempre que podía dedicaba momentos para ella.

La rutina de Mateo no cambió en absoluto, se pasaba la mayor parte del día fuera de casa y casi siempre organizaba un viaje de negocios tras otro.

A pesar de que hablaban mucho y parecían haber ganado mucha confianza el uno en el otro, Pablo era consciente de que Marizza no soltaba prenda acerca de su familia. Lo máximo que sabía de su vida era alguna anécdota de la universidad o sobre su último empleo. Seguía sin saber porque no tenía un solo amigo o familiar.

Llevaba un largo rato buscando a Marizza. Esa casa era grande, pero ella siempre estaba en su habitación o en el jardín.

Sabía que no había salido, pero no la encontraba.

Pasó al lado del despacho de su padre y abrió la puerta exactamente igual que había hecho con las demás habitaciones pero sin esperar mejores resultados que antes. Se equivocó, estaba allí.

PEQUEÑAS HISTORIAS PABLIZZA/BENJAMILADonde viven las historias. Descúbrelo ahora