Capítulo 2

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Los dedos de Marizza tamborileaban al lado del lavabo.

Se miraba fijamente en el espejo mientras se mordía el labio…

Mateo y ella habían cenado solos, y realmente todo había sido muy agradable.

Lo único que eliminaría de ese día era la absoluta arrogancia con la que Pablo la había mirado en un primer momento.

Ese mocoso le iba a poner las cosas difíciles.

Sobraba decir que estaba acostumbrado a tener todo lo que quería en el momento que lo quería…

Y su padre se había casado sin su consentimiento, estaba claro quien iba a pagar el berrinche del niño rico: ella.

Salió del baño quitándose la bata y quedándose con un fino camisón.

Todavía hacía esas cosas de forma mecánica. Como si fueran parte de un protocolo. Dudaba que alguna vez pudiera volver a dormir con una de sus largas camisetas, pero desde ya sabía que lo iba a echar en falta.

Se metió con cuidado entre las sábanas. No por miedo de despertar a nadie, ya que su marido leía apoyado en el respaldo de la cama, pero desde que había entrado en aquella casa, tenía la constante sensación de que podía romper algo…

Hasta la relación de Mateo con Pablo.

Se acurrucó contra él y apoyó su cabeza en el hombro de Mateo.

Él la miró de reojo y le sonrió mientras cerraba el libro y lo dejaba en la mesa de noche. Se recostó un poco más y se puso de lado para observar a Marizza.

-¿Cómo estas?

-Bien… ¿Por qué lo preguntas?- le dijo ella sonriendo

-Pablo ha sido muy desagradable… Y no has querido hablar de ello.

-Ha sido educado- dijo  encogiéndose de hombros- Se ha presentado.

-Pero se ha ido enseguida.

Marizza pasándole una mano por la cara- Tendría planes…

-Pero…

-Chist. Déjalo. Dale tiempo, tiempo para que se acostumbre a mí. A mi presencia.

Mateo le sonrió y la rodeó con su brazo para besarla a modo de agradecimiento.

Le agradecía su comprensión, su comprensión hacia él y sobretodo su comprensión con Pablo.

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Los días pasaron sin ninguna novedad.

Pablo procuraba pasar el menor tiempo posible en casa.

En esa semana Marizza podía contar con los dedos de una mano las veces en las que se lo había cruzado. No le importaba, pero sabía que a Mateo sí, y eso la hacía sentirse incómoda.

Pablo había sacado una muy clara conclusión sobre Marizza. Era una caza fortunas.

Había ojeado el acuerdo prenupcial y no es que Marizza fuera a llevarse realmente una gran fortuna si se divorciaban, pero pensó que cualquier cosa era mucho para alguien que no tenía nada.

Una noche bajó a la cocina. Esa noche él no estaba solo, y había bajado a por provisiones.

Sonrió con disimulo al ver que la cocina tampoco estaba sola.

Se apoyó en el umbral de la puerta para observarla.

Con ese minúsculo camisón y el pelo suelto, tenía mucho más aspecto de muñeca de porcelana, pero seguía sin llegar al nivel.

PEQUEÑAS HISTORIAS PABLIZZA/BENJAMILADonde viven las historias. Descúbrelo ahora