Capitulo 11

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Un mes después

Mi vida había cambiado en el último mes, pues desde mi visita al cementerio y el perdón que vino con ello, me sentía como una nueva Marizza, capaz de enfrentarse a cualquiera sin titubear.

Luz se mantenía, al igual que sus padres, en contacto conmigo y siempre me estaba enviando mensajes para subirme el ánimo, ya que a veces la soledad volvía a mí y hacía tambalear mi recuperación.

Los señores Perez me confesaron, en una de nuestras cenas, que después de la muerte de Simón se sintieron mal por hacerme a un lado y que se arrepentían por haberme tratado mal
cuando yo era el motivo por el cual su hijo sonreía.

Extrañaban tanto a Simón que seguía
trabajando para dejar la culpa atrás, pues también se sentía como yo cuando ellos eran inocentes de todo. Suspiré, leyendo por décima vez el mensaje de Luz mientras me mordía el labio inferior con nervios, pues ella quería
acompañarme a la cita con mi obstetra para que no esté sola en ese momento importante, pero Pablo iría y no quería enfrentamientos entre ellos.

Luz: Por favor, Marizza. Me portaré de forma sensata y no haré nada que te provoque estrés.

Luz: Por favor, quiero estar ahí.

Yo: Cambie la cita para mañana porque Pablo irá. Lo siento, Luz.

Luz: 😢

Una sonrisa iqual al emoticón se coló en mi rostro, pues quería tenerla junto a mí en ese momento relevante de mi vida, pero sabía que si veía a Pablo se desataría la tercera guerra mundial y no estaba lista emocionalmente para
verlos discutir.

Luz me quería como una hermana y me iba a defender ante cualquier persona, incluida mi expareja.

A Pablo le tomó dos largas semanas poder asimilar mi embarazo y aceptar ser parte de la vida de su hijo, algo que me hizo suspirar aliviada pues no quería que mi bebé sintiera la ausencia
de la figura paterna.

Sus padres se habían enterado de que iban a ser abuelos y estaban extasiados con la noticia mientras que él quería
mantener una distancia prudente de mí y eso dolía en demasía.

Mi corazón no dejaba de llorar por su ausencia, la cual dolía más que cuando
perdí a Simón y eso era raro, pues nunca pensé que pasaría más dolor que ese fatídico día hace cinco años atrás.

Resoplé agarrando un pedazo de manzana para llevarla a mi boca, pues la fruta era muy buena para mi bebé y la comía entre horas o en ell desayuno.

Tenía una dieta saludable que seguía a
pie de la letra con el pensamiento de que era por la salud de mi hijo.

Continué alimentándome mientras mi celular sonó sobre la encimera de
granito frente a mí y no tenía ánimos de contestar porque sabía que era Luna presionándome por los cuadros.

Había pintado muchos sobre el perdón, pero la pieza principal seguía tapada en
una esquina de mi estudio, ya que no podía verla sin llorar y sentir que mi corazón, apenas construido, se estaba rompiendo de nuevo.

Limpié mis dedos en una servilleta para agarrar mi celular y ver quien estaba llamando.

Me sorprendí al leer el nombre de Pablo parpadeando en la pantalla, pues no esperaba que me contactara tan de mañana. Tomé una fuerte respiración para calmarme y deslizar mi dedo para contestar, llevé el aparato a mi oreja para saber que era lo que deseaba el padre de mi bebé.

-¿Pablo?

-Marizza -murmuró-, ¿Cómo está el bebé?

-Muy bien -sonreí, pues hablar de nuestro bebé me hacía feliz.

PEQUEÑAS HISTORIAS PABLIZZA/BENJAMILADonde viven las historias. Descúbrelo ahora