Capitulo 13

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Estaba sentada observando un lienzo en blanco sin saber que iba a pintar, pues después de mi cita con la psicóloga llegué directamente a cambiarme de ropa; me vestí con una camisa de Pablo, que estaba manchada de pintura del día que juntos habíamos pintado nuestra habitación, y un chándal negro que me quedaba un poco apretado en la cadera por mi pancita de embarazada.

Suspiré y sobé mi frente con mis dedos, ya que me estaba forzando a pintar algo que no sentía.

Entrecerré los ojos a mi obra maestra, la cual no tenía ni pies ni cabeza y
empezaba a frustrarme porque no fluía como tanto deseaba.

Llevaba más de una hora sentada ahí y seguía sin poder imaginarme algo que fuera con el título de mi exposición.

Cerré mis ojos dejando caer mi cabeza hacia adelante, ya que me sentía cansada y confusa después de la terapia; mis pensamientos y mis
sentimientos estaban revueltos en mi interior y no entendía como descifrarlos.

Lo único que quería era hacerme una bolita y llorar hasta quedarme dormida, pero tenía que hacer la obra principal de mi exposición o Luna no me
perdonaría un retraso más.

Los abrí lentamente y me encontré con el cuadro que había jurado nunca volver a tocar en lo que me quedaba de
vida

-No, Marizza -me reprendí en voz alta, pero no podía detenerme de ir hacia él.

Me levanté de mi asiento y estiré mis músculos para liberar un poco la tensión que se había agrupado en ellos, pues tenía un dolor sordo en la parte baja de mi espalda y en mis hombros por estar en una posición incorrecta por mucho tiempo. Caminé lánguidamente hacia el lienzo, arrodillé ante él y saqué la sábana blanca que
lo cubría de mis ojos curiosos. Agarré el cuadro y me erguí para llevarlo al caballete para que ocupara el lugar del lienzo que no había tocado, el cual retiré para dejarlo a un lado.

-Aquí vamos -murmuré para mí misma.

Aferré un pincel para mojar sus cerdas en el color negro y darle más vida a la pintura de lo que pensé que era posible.

Mi obra maestra estaba empezando a tomar vida y sentimiento frente mí haciendo que mi corazón latiera con fuerza contra mi caja torácica. Me senté frente al lienzo por horas terminando lo que sería el comienzo de mi nueva vida.

El cuadro estaba acabado y constaba de un brazo masculino, en donde se
notaba las venas y los músculos, dándole poder a ese lado de la pintura mientras que el otro brazo era femenino y delicado, y denotaba sensibilidad.

En el centro de la obra, ambas manos sostenían un corazón armado en el que era posible admirar las uniones de las piezas

Me alejé del lienzo para obsérvalo detenidamente y sentí humedad en mis mejillas, lo que significaba que estaba llorando, algo que raro después de un mes sin derramar una lágrima.

Sabía que el cuadro era mi después, el después del dolor y el sufrimiento que causó la pérdida del amor de mi vida y de mi bebé.

El cuadro era Pablo y yo unidos por el amor que sentíamos el uno por el otro, ese amor al cual debería aferrarme para poder recuperarlo.

Miré el lienzo por última vez antes de erguirme de mi asiento para salir corriendo de mi estudio hacia mi habitación por mis zapatillas convers y
una sudadera de la estación de bomberos.

Agarré mis llaves para dirigirme al exterior, pues ya tenía la manera de demostrarle a Pablo cuanto lo
amaba.

Corrí hasta quedarme sin aliento, lo que no era algo bueno pues mi cuerpo no estaba acostumbrado a ese tipo de ejercicio. La obstetra me informó que podía hacer ejercicio en el embarazo, pero sin excederme, así que me detuve para tomar una bocanada de aire.

PEQUEÑAS HISTORIAS PABLIZZA/BENJAMILADonde viven las historias. Descúbrelo ahora