Capítulo 18

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⚜️ BYRON ⚜️

Más de media hora había pasado ya desde que papá y Dawson se habían encerrado a hablar en el estudio de éste último. 

Más de media hora en la que tenía que soportar la presencia de aquel impresentable tipo que había venido a buscar a Joy para ir a no sé qué sitio.

Más de media hora en la que tuve y tengo que ver cómo hablan entre ellos con risas para arriba y risas para abajo.

Sabrina había venido muchas veces a intentar rebajar el ambiente que se cortaba con el filo de un cuchillo, pero había fracasado en todos sus intentos. No había nadie que me hiciera cambiar de opinión respecto a ese sujeto que se encontraba sentado junto a la chica de mi vida.

-Byron. –La voz seria de papá nos hizo sobresaltar a los tres en el salón. – Dawson quiere hablar contigo.

-¿No puedo estar yo? –Preguntó Joy poniéndose de pie preocupada. ¿Se preocupaba por mí? ¿O por el hecho de que su padre pudiera hacerme algo?

-No lo creo, Joyce. –Le respondió mi padre antes de girarse nuevamente hacia mí para hacerme un gesto con la cabeza hacia el estudio.

Inhale y exhale antes de caminar hacia la boca del lobo. Al fin y al cabo, habíamos venido para eso...

-¿Señor Carson?

-Deja las formalidades a un lado, Byron. Nos conocemos de hace mucho para ello. –Asentí con la cabeza tomando asiento frente a él en cuanto me lo había señalado. –¿Quiéres empezar tú?

-Sí, pero no tengo otra cosa más que pedirle disculpas...

-Estás disculpas tendrían que ser para mi hija, ¿no crees?

-Ya lo he hecho. Puedo asegurarte que desde lo ocurrido no he hecho otra cosa que no sea pedirle disculpas a Joy, pero tampoco puedo ser hipócrita y decir que lo que pasó fue un error. –La cara de Dawson cambió más severamente al oír mis palabras. –Sé que será difícil para ti oír todo esto, lo sería para mí de estar en tu lugar, pero Joy es una persona muy importante en mi vida con la que tenía y debía compartir ese momento tan... Especial. A pesar de las circunstancias de los hechos.

-No se juega con los sentimientos de las personas, chico.

-Lo sé, y soy un burro por ello. Reconozco mi error y lo admito. Por eso estoy aquí. Tenía que dar la cara por mis errores como mis padres me han enseñado y estoy totalmente de acuerdo en que me retiréis la palabra y no querráis saber nada de mí, pero no cortéis la relación con mis padres. Ellos no tienen nada que ver en esto y nunca me perdonaría si fuera todo lo contrario...

-¿Sabes una cosa? Joy nos dijo exactamente eso mismo. –Me encogí de hombros escapandoseme de los labios una pequeña sonrisa. –Y voy a responderte lo mismo que le respondí a ella. Todos somos adultos, sabemos diferenciar entre lo que está bien y lo que está mal, Byron. Esa es la diferencia entre nosotros y los adolescentes. –Asentí con la cabeza sin saber que más decirle. –Aún tenéis que madurar más y vivir más. Es de humano cometer errores, pero también lo es saber reconocerlos.

-Gracias...

-Sin embargo...Sabía que todavía no estaba todo dicho. –No está en mis manos el que Joy te perdone. Esa decisión es solamente de ella, Byron. Lo que si quiero es pedirte una cosa...

-¿Qué?

-Pase lo que pase, tienes que seguir adelante. Tanto tú, como ella. No es sano vivir estancado en un mismo sitio.

-Pero yo...

-No hay peros, hijo. En la vida hay que aprender a ganar y a perder. Y si te soy sincero, hacía bastante tiempo que no veía a mi hija tan contenta como lo está ahora con ese muchacho. –Oir esas palabras era como si me hubiera tirado un balde de agua fría con miles de cubitos de hielo en su interior.

Si Joy de verdad era feliz con ese chico, yo no pintaba nada ya en su vida ni en esta casa. Por mucho que me doliera en el alma saber que había perdido y, que lo peor de todo, la había perdido a ella, Dawson tenía razón y debía pasar página.

-Prometo... –Me puse de pie sintiendo mis ojos cristalizarse rápidamente. – Prometo no volver a acercarme a ella. Nunca más.

-Byron...

-Y siento todo el daño causado. Nunca fue mi intención.

Di media vuelta queriendo salir del estudio rápidamente.

Ya no estaba de humor para ver o hablar con nadie.

Ya no quería estar en esa casa a la que había ido esperanzado y de la que ahora salía destrozado.

Ya no quería oír nada ni a nadie, ni siquiera a mi padre, que me llamaba desde el salón o la voz de la dulce Joyce.

Solo había una única cosa que me apetecía hacer en aquellos momentos y me dolía en el alma saber que ella no estaba aquí para consolarme.

Porque después de darme cuenta de lo egoísta y mala persona que era, solo quería refugiarme en los cálidos brazos de mi madre como cuando era pequeño y lloraba por cualquier bobería.

Solo necesitaba sentirme protegido y amado como ella sabía hacerlo, y me destrozaba aún más imaginarme que ella no pudiera estar ahí cuando regresara a casa por mi mal comportamiento.

Porque si en ese día perdía a la única persona que nunca me fallaría en la vida, estaría muy perdido en este mundo.

Mi mundo de mierda... 

500 MargaritasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora