nomin

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                               Tres veces que nos encontramos y la única vez que te quedaste

advertencia: omegaverse sin mpreg.

Cuando cumplió ocho años, su madre lo cambió de escuela, Jeno no entendía mucho, pero su madre solo le dijo que no hacía falta que entendiera, que la nueva escuela solo era para que pudiera tener una mejor educación. Uniformes azul pálido, pantalones cortos y profesores estrictos, le daban miedo, se había presentado como alfa desde pequeño, por lo que desde joven se acostumbro a usar pulseras que indicaba su condición, como si fueran una advertencia o en el peor de los casos, atrajeran a extraños.

En su primer día del colegio, le tocó sentarse junto a un niño de cabellos castaños y expresión perdida, Jeno no se sentía muy bueno haciendo amigos, y al ver su pulsera de omega decidió mantener la presencia baja, no quería meterse en problemas por hablarle a un omega de clase alta.

Por lo que ninguno de los dos comenzó ninguna conversación, su compañero solo anotaba en su cuaderno y luego dormitaba en el escritorio, Jeno por su parte jugaba a hacer grullas en los recesos, cuando eran los únicos que se quedaban simplemente en el salón.

A la salida de la escuela, su madre pasaba a recogerlo, Jeno le sonreía con dulzura, tomándole de la mano y mientras se iban a casa, podía ver como a su compañero lo pasaban a recoger en un vehículo negro.

Su madre no tenía auto, no sabía conducir, le daba miedo el tránsito, así que generalmente iban a pie a todas las partes posibles, también evitaban las multitudes, quizás por eso era tan tímido.

—¿estás pudiendo hacer amigos, Jeno? —ella le pregunta, curiosa, su cabello negro y lacio flota en el viento, algo que su pequeño yo está acostumbrado a ver.

—sí...—su madre no es una persona que destaque sobre las demás, no es como otras mujeres, no lleva un cabello de color llamativo, no tiene ojos grandes y expresivos, no usa maquillajes, tiene una belleza común, eso es lo que Jeno piensa mientras van de la mano de regreso a casa.

Siempre usa vestidos de colores opacos, como marrón oscuro o azul marino, y en casa, si los días están cálidos, se sienta en el jardín a bordar, recoge su cabello en un moño bajo, concentrada deslizando la aguja de arriba hacia abajo, de arriba hacia abajo y así sucesivamente, Jeno pasa sus tardes observándola mientras hace la tarea.

A su padre no lo ve a menudo, quizás una vez al año tal vez, no recuerda mucho su voz o su rostro, él nunca habla cuando viene a visitar, a veces sube a la habitación con mamá, pero no está mucho tiempo.

—¿eres el hijo de un amante? —su compañero preguntó, un chico llamativo se paró delante de su escritorio, mirándolo con asco—mi padre dice que lo eres.

Jeno lamio sus labios, mordiéndolos, su mirada fija en sus grullas sobre la mesa, apretó sus puños, avergonzado, sin sabir qué decir—oh, lo es—se rio uno de sus amigos, podía sentir todas las miradas sobre él, lo cual lo intimido.

—mi madre dice que los hijos de amantes siempre sacan los rasgos de los amantes, te pareces a tu madre ¿cierto? Seguro vas a terminar siendo un amante también.

—pero, muy seguramente tu amante no va a ser—su compañero de al lado dijo, su expresión desanimada aun en su rostro—¿será por eso que te molesta tanto su vida? ¿tanto interés tienes en él que quieres llamar su atención molestándolo?

El chico se ruborizó por completo y sus amigos se rieron de él, Jeno no se atrevió a continuar mirándolo, solo bajo la mirada de nuevo al escritorio.

Tenía ocho años y le habían dicho hijo de una amante, esas palabras pasaron mucho tiempo por su mente cuando la clase continuó, sabía que no era hijo de un matrimonio feliz como todos sus compañeros, pero nunca había sabido qué era realmente.

ESPECIALESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora