3. Presentaciones Formales

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Charis tamborileó nerviosamente con los dedos sobre su rodilla.

La tensión se hallaba tan hincada en la silenciosa sala, ya sumida en la penumbra rojiza de la tarde, que inclusive la enorme sonrisa blanca de Daniel; aquella capaz de iluminar un cuarto lleno de gente triste, no había tenido éxito en disiparla.

Por el momento más breve, se atrevió a levantar la vista del repetitivo son de sus dedos inquietos en su pierna hacia el otro lado de la estancia; pero se arrepintió enseguida, en cuanto la visión al final del trayecto de su mirada le ayudó a convencerse de que no era ninguna pesadilla, y un escalofrío la hizo estremecerse y llevar de nuevo la vista abajo en un rápido parpadeo.

Suspiró con amargura, dolida y traicionada.

Cuando Daniel le sugirió hacer algo distinto ese fin de semana, no es que ella se hubiese esperado algo muy diferente a sus domingos acostumbrados, cuando cenaba con él en su apartamento: música suave, su deliciosa pasta, charla agradable, bromas y risas... Su medicina preferida para paliar el estrés y terminar la semana.

Sin embargo, tras aceptar su propuesta, la última cosa con la que se hubiese imaginado que cerraría aquella en particular, era terminar en la misma habitación, y mirando al pálido, inquietante e inexpresivo rostro de Jesse Torrance.

El chico de los muertos.

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Mientras conducía, no podía evitar arrojar miradas a su lado, al asiento del copiloto, en donde Mason viajaba callado, distraído en su ventanilla. Incluso a esa distancia le llegaba el hedor del alcohol que despedía.

—¿No tienes auto?

—Tenía, pero lo vendí. Para alimentar a los niños.

Ella viró de golpe, pero en cuanto el auto dio un ligero desvío volvió la vista al frente, e hizo lo posible por mantener los ojos en la vía:

Monochrome | TRILOGÍA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora