9. En salud y enfermedad

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Charis hizo un respingo, sorprendida por el tacto frío de Jesse sobre su piel caliente por la inflamación de los golpes cuando le hizo girar el rostro y examinó su mejilla magullada; y después se encogió de manera refleja en cuanto le apartó el cabello de la cara y descubrió el punto en su frente en donde, después de golpearse contra el borde de la encimera, había sentido algo caliente y pegajoso correr por su ceja, hasta quedarse dormida sobre el piso.

Preguntó tranquilamente si tenía un botiquín, y ella dijo que sí; Daniel le había aprovisionado uno. Le indicó en dónde estaba con una voz grave y áspera, erosionada por el llanto, y él fue y regresó con la caja blanca en manos. Le limpió el rostro con un apósito humedecido en solución salina. En otros tiempos Charis jamás le hubiese permitido tocar su cara con las manos desnudas, pero aún si las cosas no hubiesen cambiado tanto los últimos meses, hubiera estado demasiado abrumada para notarlo. Las suyas aún temblaban sin control, y su pecho se estremecía con la fuerza de los sollozos que procuraba contener, a pesar de que las lágrimas no habían cesado de transcurrir por sus mejillas. Él trató con delicadeza las zonas lastimadas, pero incluso todo el cuidado del mundo no evitó que ella gimiera cuando limpió lo que ahora sabía, gracias al dolor lacerante que experimentó, que era una herida abierta en su frente.

Jesse envolvió algunos cubos de hielo con otro apósito y le indicó presionarlo contra su mejilla en lo que se ocupaba del corte. Charis obedeció. El frío que transmitió la compresa a la magulladura en su pómulo le trajo cierto alivio. Aunque lo mismo podría haber usado la palma congelada de su mano, y hubiese sido igual de efectivo, pues le pareció que las tenía particularmente frías esa mañana.

No fue capaz de mirarlo ni por un segundo, y su silencio empezaba a inquietarla. ¿Temía hablar por miedo a que su voz delatase lo que veía en su rostro? ¿Qué tan mal la había dejado Mason? Ella misma no quería mirarse; no solo porque no estaba segura de poder manejarlo, sino porque ver sus propias heridas sería prueba ineludible de que lo ocurrido la noche anterior era real; algo de lo que aún no quería convencerse.

Las imágenes afanaban en sus pensamientos, pero ella les negaba la entrada. Mas una de ellas logró escabullirse en sus recuerdos. La expresión en el rostro furibundo de Mason, justo antes de la golpiza.

Tembló violentamente, ahogando un resuello y se cerró la chaqueta de Jesse sobre el pecho. Él se paralizó un momento. Después terminó rápidamente lo que estaba haciendo, fijando un apósito limpio a su frente con cinta porosa, y recogió todo el material sucio.

—Te haré... algo caliente de beber.

Cuando se levantó de su lugar y le dio la espalda para ir a la cocina, Charis lo siguió con la mirada. No había hecho ni una sola pregunta al respecto desde que la halló desplomada en el suelo.

Monochrome | TRILOGÍA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora