2. Vieja vida nueva, Parte I

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—¿Puedo preguntar... cómo me encontraron?

Janvier permaneció todo el tiempo de pie, inhiesto e inmóvil como una estatua bajo el marco de la puerta. Hizo un gesto; una especie de mueca, y chasqueó la lengua antes de hablar:

—No fue fácil. No hubiese podido ser posible de no ser por cierta noticia sobre una joya perdida. Una flor de Lis. Y un dramático incidente en una pequeña ciudad llamada Sansnom.

—Ya veo...

—De manera que la policía se vio involucrada, llegué directamente a la estación en busca de información, pero resultó infructuosa. No me dijeron absolutamente nada.

Jesse agradeció internamente a Benjamín Jiménez por mantenerlo a salvo de a quién creía un potencial enemigo. Aún si había sido solo gracias a su amistad con Daniel, y por demás un intento infructuoso, apreciaba sus esfuerzos.

—Empecé a creer que o bien se trataba de una pista falsa, o no era sino una coincidencia —prosiguió Janvier—. Y entonces, al volver a Canadá, fue que me encontré con uno de los viajes de Mademoiselle. Se presumía que estaba en Philadelphia, comprando su vestido de novia, pero mi... informante me dijo que su destino real era Utah. Sé por hecho que Mademoiselle y su difunta madre, madame Ophelie Larivière, eran muy unidas, así que aquello reafirmó mis sospechas de que el hallazgo de la joya no era una coincidencia. —Hizo una pausa al finalizar su relato—. No debería contrariarse con Mademoiselle. Fue en extremo astuta.

—Solo que Monsieur lo fue más... —Su voz se perdió entre susurros. Tuvo que arrancarla desde el fondo de su pecho para poder declarar en voz alta—: No voy a volver; no puedes obligarme.

Janvier no se inmutó.

—En teoría, nadie puede obligarlo; pero me temo que las medidas que Monsieur tome para traerlo de vuelta no me conciernen. Mi obligación es informarle sobre su paradero. Lo entiende, ¿verdad?

Jesse hizo una pausa. Tragó saliva antes de preguntar, pues ya adivinaba la respuesta.

—¿Sólo... mi paradero?

Janvier hizo una pausa todavía más larga.

—Su amiga, la hermosa dama pelirroja es una mujer interesante. Apuesto a que Monsieur la encontrará casi tan interesante como yo.

Jesse hizo lo posible por no reaccionar. Para Edouard Janvier incluso la menor seña de temor o vacilación podía ser un poderoso punto de partida para encontrar el modo perfecto de incentivar una disposición más cooperativa en cualquiera. Ese era, en verdad, su trabajo. Había sido testigo de ello más veces de las que le gustaría...

«Charis. Claro... »

Su silencio fue suficiente.

—Eso creí —dijo Janvier.

—Eso creí —dijo Janvier

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Monochrome | TRILOGÍA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora