6. Prueba de Amistad

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El reducido aire al interior de la cava mortuoria estaba húmedo y helado, saturado de un hedor tan penetrante que, por primera vez en todo su tiempo trabajando allí, Jesse fue incapaz de respirar. Se cubrió la nariz y la boca con una mano, mientras que con la otra buscó a tientas en la oscuridad el fondo del compartimiento.

Afanó allí con fuerza para impulsarse fuera, pero la bandeja bajo su cuerpo se deslizó apenas un par de centímetros antes de detenerse del todo al chocar con la puerta del extremo contrario. Tuvo que retirar la mano de su rostro y empujar con ambas, y, sin poder aguantar más, respiró. Al mismo tiempo en que la agresiva fetidez se metió hasta el fondo de su nariz, descubrió un hecho desconcertante: Victor había cerrado desde afuera.

Jesse se rindió. Hizo acopio de toda su entereza para mantener la calma.

—... ¿Me dejas salir?

La voz de Victor le llegó amortiguada del otro lado de la pesada puerta de acero que los separaba:

—Eres valiente; lo admito. Pensé que estarías chillando como un cerdo a estas alturas —se burló—. Un pequeño... cerdito flaco.

Jesse sufrió un temblor involuntario. Los grados bajo cero requeridos para la correcta conservación de los cadáveres al interior de las cavas ya empezaba a pasarle factura.

La aplastante oscuridad no le permitía ver al anciano recién fenecido al que acababan de colocar en una de las bandejas contiguas; aunque, honestamente, eso no le hubiese importado tanto como el frío lacerante y el olor irrespirable.

—Victor —llamó, empezando a impacientarse—. Tengo cosas que hacer.

—¿Cuál es la prisa? —se rio él, del otro lado—. Jamás te burles de mí, Casper. Que esto te sirva de recordatorio. —Y golpeó la puerta dos veces.

Dentro, los golpes oyeron ensordecedores. Estaba demasiado aturdido producto del frío y la falta de oxígeno para hilar pensamientos, salvo por una cosa:

—M-... mi nombre... es Jesse.

—No me hagas enojar más; todavía no oigo que te disculpes. ¡Ya sé! Di: «mi nombre es Casper». O mejor, haz ruidos de cerdito. ¡O ambos! y te dejaré salir, lo prometo. —Se rio, como si fuera la mejor broma del mundo.

Jesse suspiró. Hubiera deseado no tener un marco tan amplio de referencia de lo que podía soportar antes de romperse, y que los intentos de Victor por amedrentarlo fueran suficientes. De ese modo, quizá hubiera accedido y ya estaría fuera de ese lugar. En cambio, no hizo otra cosa que aguardar en espera de que Connell se diera por vencido, preguntándose cuánto tiempo bastaría para contentarlo.

Victor azotó la puerta con más fuerza. Todo el interior de las cámaras de conservación vibró.

—¡Oh, vamos!: «Mi nombre es Casper, el cerdito», y luego un pequeño sonido —apremió—. O no saldrás de aquí hasta que alguien se dé cuenta de que no estás y vengan a buscarte. En momentos como estos desearías tener más amigos vivos, ¿huh?

Monochrome | TRILOGÍA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora