Epílogo - Blanco y Negro

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Beth tuvo que dejar su taza sobre el platillo para no derramarla producto de los espasmos de su brazo suscitados por la risa que luchaba por contener mientras Charis demandaba que guardase silencio, pues las personas habían comenzado a mirarlas.

—¡¿Es en serio?!

—No es gracioso, Beth. Nunca me había sentido más humillada... ¡fue horrible! ¡No sabía qué hacer!

Beth se limpió las esquinas llorosas de los ojos con la servilleta de papel:

—Resaca y entrevista de trabajo... Mala combinación, Charichi.

—¡¿Y cómo diablos iba a saberlo?! Todo esto pasó tan rápido...

Sentadas junto a la ventana de un pequeño café, ambas sorbían su respectiva bebida mientras charlaban.

—Y acabar siendo rescatada por «el chico de los muertos». No se parece en nada a lo que me contaste, por cierto. Honestamente me esperaba algo completamente diferente.

—¿En qué mentí?

—Para empezar, no es aterrador. Diría que de hecho es algo tierno.

—¡¿Tierno?! —Charis se rio como si fuera la mejor broma del mundo. En definitiva, ella y Beth eran muy distintas—. Sí, prueba a encontrártelo en un pasillo oscuro. —Sin saber por qué, por primera vez desde que lo conocía, se sintió mal de hablar de ese modo a su costa—. En fin... no lo hubiera logrado sin su ayuda. Hizo mucho por mí hoy.

—Incluido limpiar tu vómito.

Aquella rompió a reír, divertida a partes iguales por el recuerdo, como por el gesto escandalizado de Charis cuando la hizo callar, arrojando miradas nerviosas a su alrededor.

Beth respiró hondo para calmarse y acunó el mentón sobre sus dedos entrelazados, con los brazos acodados en la mesa.

—Ay, Charichi... Deberían producir una comedia basada en tu vida y tus desventuras. Juro que te pasan las cosas más extrañas.

—Me alegra que mis desventuras te diviertan tanto.

Charis sorbió su taza. La suya contenía té de menta que sirvió para refrescar su estómago.

—Quiero un panecillo, ¿tú quieres algo?

—No quiero volver a comer nada, nunca más en la vida.

—Suerte con eso. —Beth se levantó para ir a la barra, y Charis se quedó sentada en su lugar, con la vista puesta en el paisaje transcurriendo afuera.

Gente yendo aprisa de un lado al otro, en un fujo interminable, mientras que ella permanecía inmóvil dentro.

Otra vez, el tiempo parecía haberse detenido para ella, pero ahora lo que sentía era calma, y no la incertidumbre de antes, en el vehículo de Daniel

—¿Algo interesante? —preguntó Beth al regresar, y puso sobre la mesa una bandeja con dos panecillos con chispas de chocolate.

—Te dije que no quiero nada.

—Y no te iba a dar nada; son los dos para mí. —Le dijo Beth, con la boca llena de migajas, tras una mordida al primero.

Charis meneó la cabeza y volvió la vista a la ventana.

—No es tan malo aquí, una vez que te acostumbras... —dijo al cabo de un rato. La ciudad de pronto no le parecía tan gris como siempre.

Beth apartó la vista de la ventana y la clavó en ella con una sonrisa suspicaz, con una ceja en alto, sin dejar de masticar.

Monochrome | TRILOGÍA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora