5. Poupette

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De todo lo que hubiese estado preparada para oír al final de esa frase, aquello fue probablemente lo que la tomó más desprevenida. Charis se clavó en su sitio con la mirada puesta en él, escrutando sus ojos entristecidos de uno en uno, sin que pudiera pensar en nada. Daniel aguardaba atento. Parecía apremiar una respuesta, y en la agitación tumultuosa de sus pensamientos, ella aún no resolvía cual debería darle.

El trino de la voz alegre de Sam los arrancó a ambos de su absorbimiento y viraron al mismo tiempo en dirección al arco de la entrada, justo para ver el momento en que ella se situó junto a su sobrino y le rodeó el cuello con ambos brazos, plantándole un beso en la mejilla:

—Jesse, mon coeur ! ¡Estabas aquí! Justo a tiempo para que acompañes a Charis a desayunar.

Daniel y Charis intercambiaron un gesto mutuo, con una pregunta tácita y urgente en los ojos de ambos. ¿Cuánto de la conversación anterior él había sido capaz de oír?

Antes de que cualquiera dijera nada, el sonido del timbre rasgó el silencio y Jemima pasó corriendo detrás de todos los presentes con dirección a la puerta. Luk entró a la casa con aspecto agitado, y sin siquiera saludar fue a detenerse junto a Jesse para decirle cerca del oído:

—Jesse... Janvier est ici.

La incómoda pausa anterior se vio eclipsada por el aviso de Luk. Charis no tuvo que entender lo que decía para adivinarlo, solo después de oír el nombre de Janvier, y que la expresión de Jesse se desencajase llena de disgusto; como si saborease algo amargo e intentase disimularlo.

Contra todo propósito, distendió una sonrisa llena de sorna:

—Ahh, bien sûr q'il est ici... —Y añadió, al volumen de murmullos—. Connard de merde... Ce cretìn fils de salope...

—¡Jesse! —exclamó una horrorizada Sam.

Mais n'est-il pas un cretìn ?! —refutó su sobrino.

El susodicho hizo acto de presencia en la puerta abierta justo en ese momento. Entró sin esperar ninguna venia y se plantó frente a Jesse con aquella expresión de pocos amigos que Charis conocía bien.

No omitió el modo en que él la miró al reconocerla, y pareció lo bastante desconcertado como para necesitar de un momento antes de volver a Jesse, sin dejar de arrojarle miradas inquisitivas por el rabillo del ojo:

—Que fait-elle ici? —espetó.

—Ça n'te regarde pas. Vous, que faites-vous ici ?

—Monsieur m'a envoyé te chercher.

—Ah, bon chien! —terció Luke.

—Caballeros —intervino Sam—. Por favor, no es educado emplear un idioma que no todos los presentes entienden. Y Jesse, modera tu lenguaje; estás en presencia de tres damas. Qué vergüenza... —añadió, más bajo.

Charis pestañeó. ¿Acaso había estado maldiciendo? Era difícil saberlo cuando en ese idioma tan florido hasta los insultos sonaban como el más melifluo de los halagos; en especial en su voz suave y susurrante.

—Monsieur me envía a recogerlo, joven De Larivière —dijo Janvier, sin perder su atropellado acento.

—Haz el favor de decirle a Monsieur que no soy un paquete, y que mi nombre es Torrance. Tú también podrías intentar recordarlo.

Monochrome | TRILOGÍA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora