10. Lis De Larivière

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No digas mi nombre. Finge que hablas con otra persona. Te lo ruego, Charis...

Todas las miradas del lugar estaban fijas en ella. La de Anton la taladraba.

—Hola. ¿Qué pasa, Noah?

—¡¿Estás bien?! ¿Y... Daniel?

—Sí, hemos estado bien. —Se domeñó con todas sus fuerzas. Esperaba preguntarle qué estaba sucediendo. Si él estaba bien. Si estaba a salvo. En dónde estaba... Pero continuó pretendiendo con naturalidad—. ¿Cómo estás tú?

Necesito que hagas todo lo que te indicaré. —Charis apenas pudo seguirle el ritmo a su verborrea a partir de allí—. Espera el momento más oportuno y pide a Jemima una taza de chocolate con sal. Después excúsate para ir al baño. Ve al del primer piso y sal por la ventana. Después ve al aparcamiento. La cajuela del auto de Sacha estará abierta. Entra allí sin hacer ruido y sin que nadie te vea.

—¿Ah, sí? —procuró una suave sonrisa para diluir la importancia de su siguiente pregunta— ¿Por qué?

—Tendrás que viajar allí por un trayecto. A la señal, Jemima contactará a Luk y él fingirá que se averió su auto y pedirá prestado el de Sacha. Por favor... sé que es horrible, pero no hay otro modo.

—No te preocupes por mí. Yo volveré a casa pronto —dijo ella, fingiendo todavía que hablaba con su hermano.

—Lo harás; lo prometo —le aseguró Jesse, pero eso fue todo menos reconfortante—. Ten cuidado, por favor...

—Tú también... Adiós, saluda a papá por mí.

La llamada se cortó dejándola en una insoportable deriva. Hubo de hacer esfuerzos para seguir pretendiendo que nada ocurría.

Cuando bajó el móvil, notó que Daniel la observaba.

—¿Pasó algo con tu padre o con Mason?

—No. Solo quería saludar.

Vio a Anton hacer el amago de avanzar y tuvo que actuar rápido. Añadió el número de la última llamada al contacto de Noah, tras lo cual apareció con ese nombre en su registro.

El hombre de traje estuvo frente a ella en un pestañeo.

—Me temo que tengo que solicitar su teléfono móvil.

Charis retrocedió, estrechándolo contra su pecho:

—¿Estás loco? ¿Por qué?

—Órdenes de Monsieur.

—Lo serán para ti. Monsieur no me da órdenes a mí.

—Anton, te lo advierto... —dijo Madame, y fue por completo ignorada.

—No lo hagamos más difícil, por favor, mademoiselle —solicitó Anton—. No haga que tenga que quitárselo.

—Esto es increíble...

—Antes, la clave de bloqueo.

—¿Es en serio? —Ante la mirada suplicante de Sam y la indignación muda de Madame, Charis desbloqueó la pantalla y le dio el móvil con un pesado suspiro.

Tal y como había sospechado, Anton fue directamente al registro de llamadas. La última aparecía con el nombre de su hermano. Convencido, volvió a bloquear el teléfono y Charis respiró aliviada. Extendió su mano reclamando el móvil, pero en lugar de eso, Anton se lo guardó en la chaqueta.

Monochrome | TRILOGÍA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora