4. El Chico de los Muertos

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Por si el nauseabundo olor del humo del cigarrillo no hubiese sido suficiente para indicarle quién era el intruso a sus espaldas, distinguió cabello rubio en el reflejo de la sierra mientras lavaba los instrumentos en el «área sucia» de la morgue,...

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Por si el nauseabundo olor del humo del cigarrillo no hubiese sido suficiente para indicarle quién era el intruso a sus espaldas, distinguió cabello rubio en el reflejo de la sierra mientras lavaba los instrumentos en el «área sucia» de la morgue, librándolos de sangre y otros residuos.

—No está permitido fumar aquí. —Su voz se perdió en el sonido del agua del grifo.

Pero supo que el aludido podía oírle perfectamente en cuanto dio una larga y ruidosa calada, y sopló adrede el humo en su dirección.

Jesse contuvo el aliento hasta que la voluta se hubiese evaporado. No era inusual ver a Victor fumando en áreas solitarias del hospital —sobre todo cuando hacía demasiado frío para salir afuera—, y a él no le importaba... siempre que no eligiera la morgue para hacerlo, e importunase su trabajo.

Y hoy, Victor Connell hacía precisamente eso.

—¿Querías algo? —preguntó con la esperanza de que, de ser el caso, hablase de una vez y se fuera pronto de allí. Empezaba a marearse.

No solo tenía que tolerar el humo metiéndose por su nariz y sus ojos; sino que, sin ventanas, el olor solía quedarse atrapado entre las paredes y debía soportarlo por horas; aún después de que Victor se fuera.

—Tienes un nuevo amigo esperándote arriba. No tendría por qué informártelo yo; no era paciente mío.

Tras terminar de enjuagar los instrumentos que había estado utilizando, llenó un balde de agua caliente, vertió el limpiador enzimático y puso a remojar todo allí. Para cuando acabó, Victor ya había consumido el cigarrillo hasta el filtro. Sopló otra humareda en su dirección y Jesse contuvo otra vez la respiración con un escalofrío. Al parecer, no estaba dispuesto a desperdiciar nada; y menos aún, la oportunidad de molestarlo con ello.

Tras quitarse metódicamente la indumentaria de protección y disponer de ella, se dirigió a la puerta, pero Victor le obstruyó el paso en cuanto intentó salir. Estaba acostumbrado a tener que alzar el rostro para mirar a la mayoría de las personas, y Connell no era la excepción; pero tratándose de él, Jesse ya no se molestaba en hacerlo.

—Con permiso...

—Mírate. ¿Qué, no comes? —Su tono cargaba cierto punto de asco. Después, arrojó la colilla del cigarro al piso y se la señaló con un gesto, para luego darse una teatral palmada en la frente—. Ah... Olvidaba que ya no eres el chico del aseo. Me pregunto cuanto tardarán en convertirte en doctor. Ponerte al mismo nivel que yo en este hospitalucho de mierda...

—No va a estar nunca a tu nivel; no te preocupes, Connell. —La voz de Daniel los alertó a ambos. Aquel se acercaba tranquilamente por el pasillo. Traía en la mano su maletín, y ya se había quitado la bata. Al momento de llegar junto a ellos, arrojó de soslayo a Victor un vistazo displicente—. Él no caería tan bajo. ¿No tienes nada mejor que hacer?

Victor puso los ojos en blanco y se encaminó a la salida.

—Ya te estabas tardando en venir por tu novia. —Antes de cruzar el umbral de la puerta se detuvo en Jesse por última vez—. Sube rápido, Casper. Y trae aquí al muerto antes de que empiece a apestar.

Monochrome | TRILOGÍA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora