• Epílogo •

127 16 24
                                    

"Hace ya un año que nos despedimos.

Tu cactus acaba de florecer. Lo hace de vez en cuando, por temporadas. Y tal y como los momentos felices de la vida, ocurre de modo inesperado y esporádico... Y sin que me dé cuenta, la flor se marchita y muere. Pero la planta continúa sana y tan verde como el día en que me la regalaste, y sé que mientras se mantenga viva y fuerte, muchas más volverán a florecer.

He sumado más cactus a mi colección. Recibí en mi cumpleaños uno de mi madre. Me lo envió junto con una foto de ella y de mi hermano menor, del día de su graduación. Él se parece a ella, y ella está como la recordaba. Hemos estado hablando, y probablemente la visite el próximo verano, si consigo ahorrar lo suficiente.

Sucede que ahora tendré más gastos que nunca; te alegrará saber por qué... ¡En unos meses entro a estudiar! Trabajo social, tal y como te prometí que lo haría. Estoy ansiosa por las clases, aunque un poco nerviosa. No sé si mi cabeza sea la misma desde la última vez que pisé un salón de clases. No quiero pensar que estoy demasiado vieja; por el contrario, pienso que es el momento justo para hacer esto por mí misma.

He estado yendo a terapia hace ya tres meses. Finalmente, Daniel y Beth me convencieron de hacerlo. Fue difícil al principio abrirme con alguien respecto a lo que guardaba tan dentro de mí, pero se ha hecho cada vez más fácil. Por supuesto, he tenido que enfrentarme a muchas cosas difíciles; a muchos recuerdos a los cuales he huido por años; así como también a los más recientes. Quiero creer que voy por buen camino.

Conservo todavía las llaves de la casa de campo. He estado ahí un par de veces por mi cuenta. Me siento más cerca allí de ti que en ningún otro lugar; quizá porque conserva vivos los recuerdos de algunas de las primeras veces en que me permitiste la entrada en tu corazón, y pude ver realmente a la persona que eras, detrás de ese muchacho terriblemente tímido. He practicado un poco de piano, aunque estoy muy lejos de llegar a hacerlo decentemente; ni hablar de ser medianamente buena, y ni pensar llegar a ser tan buena como tú. Hace unas semanas estuve allí con Marla y los niños, y probablemente Dan, Beth y yo vayamos pronto.

Sin embargo, faltas tú...

Y no puedo dejar de soñar con el día en que podamos visitarlo nuevamente los cuatro. Tomar un trago mientras jugamos, ir al lago y bailar en el muelle, o sentarnos uno junto al otro igual que aquella noche, a tocar juntos, o a hablar de todo lo que sucedió. Pero en especial, estar juntos de nuevo los tres, igual que en esa ocasión.

Daniel y yo ya no vivimos en el mismo edificio. Él se mudó cerca de sus abuelos para poder cuidarlos. La última vez me dijo que se percató durante nuestro viaje de lo frágil que puede llegar a ser la vida y que quiere aprovechar al máximo el tiempo con sus seres queridos. También ha estado visitando más a menudo a Erika y a sus padres, y él y yo nos juntamos a veces a comer juntos, igual que siempre, aunque no tan a menudo como antes.

En cuanto a mí; y no puedo creer que te esté contando esto... estoy viviendo con mi padre. Al menos de momento. Ya no podía darme el lujo de rentar un apartamento si planeaba ahorrar lo suficiente para pagar mis estudios, y después de hablarlo con él, me dijo que siempre sería bienvenida allí. Es mi casa, después de todo... Aquella en la que crecí. Yo he dejado de sentirme sola, y a él los cuidados femeninos le han venido de maravilla y parece un hombre nuevo. Sé que eventualmente tendré que superar mi miedo a la soledad y enfrentarme a la vida sin ayuda, pero ya he hecho algunos progresos, y con pasos pequeños se avanza de igual manera, y eventualmente se llega a algún lado. Hemos trabajado en nuestras diferencias... e incluso hay días en que no peleamos.

Monochrome | TRILOGÍA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora