14. Última oportunidad, parte II

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Ante la visión del arma y la realización de lo que venía a continuación, Charis se alejó con un repullo y examinó sus ojos color ámbar apagados y exhaustos, con una entremezcla en los suyos de miedo y recelo.

—Son ellos o nosotros —adujo él.

Y tras un momento de considerarlo, ella cerró los ojos y asintió.

—Debemos apresurarnos —dijo Jesse, tomada la decisión, y miró en dirección de la puerta—. Joyce no vigila afuera.

—¿Cómo lo sabes?

—Marcel no le envió. Los otros tampoco han venido con él. No lo escoltaban cuando entró. Gérome vino por su cuenta... Probablemente lo haya hecho a costa de los demás...

Charis abrió los ojos al comprender lo que eso significaba:

—Pero si la puerta se cierra por fuera, entonces...

—Quiere decir que está abierta —aseveró Jesse.

Se aproximó al cuerpo de Gérome. No estaba seguro de si respiraba todavía, y no vio caso en comprobarlo. Empuñó el punzón todavía clavado a la parte trasera de su cuello y lo arrancó, provocando que una fina línea de sangre bajase por su piel pálida, uniendo los puntos de sus lunares.

Jesse volvió con Charis y le dio el punzón. Ella se resistió a tomarlo, mareada por la visión de la sangre, y él sostuvo el punzón en la mano de ella, envuelta en ambas suyas, impeliéndola a retenerlo.

—No quiero —jadeó ella, con los dedos flojos alrededor de la empuñadura, negándose a sostenerla, pero Jesse no le permitió soltarla.

—Charis, es sólo por si debes hacerlo. Escúchame; es importante que sepas cómo.

—¡No quiero apuñalar a nadie!

—Si tu vida peligra y por cualquier motivo no puedo ayudarte, necesitas cómo defenderte.

Ella volvió el rostro hacia él y exhaló, derrotada.

Jesse llevó el extremo del punzón a su propio cuerpo y sostuvo la mano de Charis firme allí para indicarle la zona correcta. Justo bajo el esternón, entre sus costillas.

—Aquí —le dijo—. Entra en el centro y clava el filo hacia arriba. Todos los órganos vitales están entre las costillas. Retuércelo si puedes. Y asegúrate de retirarlo después.

—Oh, por dios —masculló ella—. De acuerdo...

—Ahora guárdalo bien. Recuerda, sólo es una medida.

—¿Qué piensas hacer tú? Ellos son cinco y tú uno solo.

Jesse abrió los labios pero no pudo continuar mirándola a los ojos cuando consiguió hablar. Sostuvo la vista todo el tiempo en el arma en su mano, la cual empuñaba firmemente y que ella evitaba mirar a toda costa.

—Charis... a partir de este momento, yo-... —Se humedeció los labios secos obra de la ansiedad y exhaló hondo—. Es posible que veas una parte de mí que yo no-... Que nunca hubiese... querido mostrarte. Y quiero que sepas... que jamás hubiese deseado que esto-...

Ella lo acalló, acunando su rostro en sus palmas cálidas:

—Shhh... Lo entiendo —le dijo ella.

Él la observó un momento, agradecido, y luego la atrajo abruptamente en un último abrazo, en el cual ella se fundió afligida, sin querer pensar en que podría ser el último:

—No olvides la promesa que acabo de hacerte —le dijo él al oído.

—Me sacarás de aquí como sea.

Monochrome | TRILOGÍA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora