14. Monsieur De Larivière

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Habiendo dejado todo listo en su escritorio para poder abandonarlo, y tras despedirse de casi todo el personal de ese turno en el área de emergencias, Charis se encaminó hasta la sala de espera principal para despedirse allí incluso de las personas con las que no se había relacionado en los términos más amistosos. Diane, y, desde luego, Victor.

Cuando llegó al mesón de recepción, la secretaria rubia levantó apenas las pupilas para mirarla, antes de volver a su computadora.

—¿Ya te vas?

—Sí. He venido a despedirme.

Diane hizo un ruido con los labios cerrados.

—Imagino que igualmente te veremos seguido por aquí.

Charis se armó de paciencia, e hizo lo posible por sonreír. No quería ni una sola despedida amarga.

—Mis amigos están aquí, así que es probable —contestó con toda naturalidad, y decoró con una suave risa—. Adiós, Diane, fue un gusto trabajar aquí.

—Sí... fue un gusto tenerte —respondió aquella, sin siquiera mirarla, pero al menos sin hostilidad.

Charis sabía que no lo decía sinceramente, pero no le importó. Fue una despedida breve y cordial, y se quedó satisfecha con ello.

Sólo quedaba una persona.

Estaba dispuesta a despedirse incluso de Victor con la mayor cortesía posible. Pensó que no tenía por qué hacerlo, pero que hablaría peor de ella si se despidiese de todos excepto de él por una rencilla personal. Así que se encaminó al área de emergencias, a ver si podía encontrarlo en su oficina.

No obstante, la detuvo en su marcha el momento en que alguien se interpuso en su camino y se chocó con ella, haciéndole tirar su abrigo al piso.

«Al final no te irás de aquí sin haberte chocado con alguien...», se dijo a sí misma.

Tuvo levantar la barbilla para mirar al hombre frente a ella, pues era alto; incluso más que Daniel. Y al final del camino de su mirada, sobre un par de hombros anchos y robustos se encontró con un rostro que no reconoció.

Se trataba de un hombre bien vestido, prolijamente afeitado y con el cabello cobrizo meticulosamente peinado hacia atrás. Si ya de por sí su tamaño le hacía descollar, su aspecto desentonaba todavía más en una sala de hospital

El hombre le devolvió una mirada hostil que le heló la sangre y pasó por su lado sin siquiera disculparse. Charis observó su abrigo tirado en el piso, aún perpleja, y cuando al fin reaccionó e hizo el afán de agacharse para recogerlo, un segundo hombre se le adelantó. Iba vestido de manera similar, aunque llevaba el cabello rubio melado acomodado de manera mucho menos prolija. Lucía más joven que el primero, era menos corpulento y no tenía un rostro intimidante, aunque parecía igual de serio. Charis opinó que era atractivo. Distinguió a un tercer sujeto de cabello oscuro junto a la puerta de entrada, plantado allí como si vigilase.

Monochrome | TRILOGÍA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora