1. Síndrome del impostor

203 21 119
                                    


Aun cuando había días en que lo hacía con menos frecuencia, no hubo uno solo en que el pensamiento no cruzara su cabeza, aunque fuera una vez.

De manera que, ya fuera por espacio de varias horas, o solo por algunos segundos; cuando, entre sus preocupaciones diarias, su cabeza encontraba un espacio que rellenar con recuerdos, no transcurrió un solo día sin que al menos un instante del mismo estuviese dedicado a Jesse Torrance.

La última vez que lo vio fue aquella mañana en su apartamento al despedirse, después de pasar allí la noche. Él le prometió que se pondría en contacto con ella más tarde.

Pero todo lo que Charis recibió ese día fue un escueto: «Camino al aeropuerto. Gracias por lo de anoche».

Y después, tanto las llamadas como los mensajes al mismo número dejaron de entrar.

Las primeras noches apenas durmió. Soñaba con él, o que tenía alguna noticia suya, y lo primero que hacía al despertarse era mirar su móvil en busca de mensajes o llamadas; pero jamás los había.

De eso hacían ya dos meses.

En Sansnom el tiempo avanzaba lento, y las emociones pasaban demasiado rápido. Charis apenas podía situar con precisión los acontecimientos ocurridos en su antes tranquila vida desde que había cruzado caminos con el extraño chico de los muertos, hasta que este se había esfumado por completo de ella.

Y una vez fuera de la misma, sin chocarse con él por los pasillos del hospital que llevaba semanas sin visitar; sin encontrarlo por la ciudad que compartían, o sin verse metida en alguno de sus líos, los días habían vuelto a ser monótonos a un punto exasperante, y tan monocromáticos que incluso la ciudad le parecía un poco más gris de lo que ya lo era antes de conocerlo. De conocerlo en verdad...

El Saint John pasó a formar parte de su pasado. Trabajaba ahora como secretaria de la firma de abogados de su hermano mayor, Noah, ganando un sueldo considerablemente más generoso, y gracias a ello no solo había podido conocer a sus sobrinos, sino que las cosas con su padre iban en vías de mejorar. Y Mason, ya fuera del hospital sin secuelas más que una leve cojera, no volvió para amedrentarla nunca más.

Pasó la navidad con su familia, y después visitó a Marla y a sus sobrinos en el estado vecino, llevando regalos para todos. El año nuevo lo pasó junto a Beth en una corta visita a Los Ángeles, y ella prometió que le visitaría en Sansnom apenas tuviera la oportunidad. Y anticipar su llegada y planear juntas por mensaje todo lo que harían al reunirse era lo único que iluminaba los días de Charis desde que había comenzado el año.

Daniel pasó las fiestas con sus padres y su hermana Erika, cuya salud se mantuvo estable, o al menos eso fue lo que Daniel le dijo al regresar. En realidad, era una de las pocas cosas que le había dicho al regresar... pues en esos meses apenas se habían visto.

Se encontraban a veces en el aparcamiento del edificio, y se saludaban con cordialidad, pero sus reuniones para comer se hicieron menos frecuentes conforme los silencios se hacían más extensos entre ellos y las miradas más distantes, hasta el punto de dejar de reunirse en lo absoluto. Charis no podía recordar cuándo fue la última vez.

Daniel tampoco volvió a hablar de Jesse. Evadía el tema, y cuando este era inevitable, hacía lo posible por desviarlo pronto. ¿Acaso no estaba en lo absoluto preocupado por él? ¿No se arrepentía de haberlo tratado con tal indiferencia, aún luego de comprobar que le había juzgado de forma injusta?

Monochrome | TRILOGÍA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora