7. Visita al Pasado

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Transitar cada mañana por el estacionamiento, cuando abandonaba el edificio y luego recorrerlo por las tardes bajo la luz menguante del día nunca se había sentido tan solitario para Charis.

Estaba acostumbrada a ver a Daniel. Y aun cuando no se topaban allí, sabía que tenía a su mejor amigo justo en frente, o al alcance de un mensaje de texto durante las tardes perezosas en el banco. Pero sin sus conversaciones por el móvil, reenviándose imágenes graciosas, compartiendo música y detalles del día, terminó por descubrir cuán larga era en realidad su jornada.

Desde aquella tarde en el hospital, no tuvieron la ocasión de hablar otra vez. Charis lo divisó un par de veces en el aparcamiento, y en cada ocasión pudo ver la expectación en los ojos de Daniel, deseoso por hablar, pero ella declinó cada vez esa invitación muda. Por orgullo.

Y con el pasar de los días se percató de que en realidad no era con Daniel con quien estaba molesta, sino consigo misma.

No acudió al Saint John para su ecotomografía, sino a una clínica nueva que le recomendó Jennifer Swanson; su colega. Allí la hicieron pasar a una sala oscura y recostarse en una camilla, en donde un doctor casi tan joven como Daniel le puso un gel frío en la zona cervical y le deslizó un dispositivo por el cuello. Por el rabillo del ojo, Charis miró en la pantalla intentando descifrar qué significaban los dibujos proyectados allí, pero no tenían sentido para ella.

Sus dolores no habían hecho sino agudizarse desde su pelea con Mason y posterior discusión con Daniel, pero además tenía serios problemas para dormir y los medicamentos no ayudaban demasiado. Todo en conjunto no hizo sino convertir aquella en una de las semanas más duras desde su llegada a Sansnom.

Una tarde, su soledad le hizo buscar el oído de alguien con quien no había tenido ocasión de hablar en un largo tiempo, desde que abandonara L.A..

No tuvo que buscar el número; estaba en su registro de llamadas recientes, justo debajo de Daniel y Marla; los únicos otros dos, y Charis se replanteó lo sola que estaba en realidad. Todo debido a su hábito de aplazar a las personas en su vida para priorizar cosas que pensaba que eran más importantes. Cosas que persiguió por años sin llegar a conseguirlas, por lo cual nada valió la pena al final. Y Daniel no fue la excepción.

¿Desde qué posición podía juzgar el concepto de amistad de otros cuando su propia definición estaba tan distorsionada?

Al cortar por completo su comunicación tras mudarse a California, en esencia lo sacó de su vida. Solo para regresar años más tarde esperando un favor. Y ahora estaba haciendo lo mismo con otra persona igual de querida.

Reflexionar en ello terminó de infundirle el valor que necesitaba para intentar remediarlo. Marcó el número y aguardó, nerviosa. Al cabo de un rato, la voz aguda y melodiosa sonó al otro lado de la línea:

Monochrome | TRILOGÍA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora