3. La Flor de Lis

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Lydia mordisqueaba un bolígrafo mientras hojeaba distraída un archivador y le contaba los detalles de su fin de semana

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Lydia mordisqueaba un bolígrafo mientras hojeaba distraída un archivador y le contaba los detalles de su fin de semana. Daniel quería prestar atención, pero no podía evitar que su mirada errase sola hacia la puerta, en espera de verla abrirse:

—... así que Kate se fue a dormir y yo me quedé viendo el final solo para saber qué pasaba; pero fue malísimo. Por eso odio las secuelas y-... no estás oyéndome, ¿verdad?

Viéndose atrapado, Daniel exhaló.

—Lo siento. Jesse no ha llegado aún, ¿verdad?

—No lo he visto desde el viernes; pero ¿no dijiste que fueron a la feria ayer?

—Ese es el problema; hoy no he sabido nada de él.

—¿Ya intentaste llamarlo?

Daniel alcanzó el teléfono móvil de su bolsillo:

—Unas diez veces, pero tiene el teléfono apagado. —Apretó los labios, intentando mantener a raya los pensamientos fatalistas mientras lo intentaba otra vez, sin resultado—. ¿En dónde se habrá metido?

—Quizá solo estaba cansado y durmió todo el día. Torrance jamás falta al trabajo.

—Y jamás llega tarde...

Esa noche haría turno en el área de emergencia, durante la jornada nocturna. No tuvo más opción que empezar a revisar el sistema en la computadora para repasar los pacientes que tenía actualmente el servicio; los cuales no eran pocos. Pero aun cuando tenía la vista puesta en el monitor y revisaba habitación por habitación, leyendo anamnesis, su cabeza no hallaba sosiego.

Jesse siempre caminaba a todas partes; estaba acostumbrado a andar de noche, pero ahora empezaba a dudar que hubiera sido buena idea dejarle hacerlo en una zona como aquella en donde lo había visto por última vez, al irse de la feria. ¿Y si nunca había llegado a casa?

Pensó que podía excusarse para salir un momento y recorrer con el auto el camino que acostumbraba a tomar a ver si lo encontraba. Sabía que Lydia lo cubriría, pero también sabía que su ausencia no le pasaría inadvertida a la otra enfermera, la señora Parker; una mujer lamebotas con quien difícilmente mantenía relación, y quien no perdía jamás la oportunidad de reportar cualquier desajuste.

El sonido de la puerta del área de emergencias abriéndose con un rechinido le hizo apartar la vista de la computadora, y por el rabillo del ojo alcanzó a ver una silueta menuda cruzando apresuradamente la estancia para escabullirse en dirección a la sala de descanso.

Daniel dejó salir un suspiro aliviado y abandonó lo que estaba haciendo para ir a su siga en un trote.

—¿Ya no me saludas? —le reprochó apenas alcanzarlo, provocando que Jesse se detuviera de golpe sobre sus pasos

—Lo siento, no te vi.

—No lo dudo, corriendo así. Pensé que no llegarías.

—Solo me retrasé.

Monochrome | TRILOGÍA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora